Las páginas del cuaderno repletas de sonidos
que perforan el discurso
de un sol oculto
que ruge y va instalando
en el horizonte su circular perfil.
Nado contra la corriente
de los sillones tranquilos
y va serenándose todo alrededor.
Apenas quedan recuerdos
de las letras que, encendidas,
pronunciaban tu nombre.
Ahora la calma, envejeciendo,
se atreve a imitar una parodia
de amores eternos.
Quién que diga
los eslóganes íntimos
de los abrazos tan perdidos
en las cumbres nevadas
y en las playas
sedientas de bajamar.
Yo cuidando la vida que me rodea
en tanto el horror se aleja de los minutos más desiertos
y de voz más sonora.
La luna aparece
cuando los cuerpos ya laten
en los bordes de las canciones
y se desdicen desde la piel del tiempo.
Qué simulacro
en las visiones vespertinas
del juego vital con una baraja marcada
sobre la mesa de los tahúres.
No hay ganadores ni perdedores
en la cita con el presente.