lunes, 13 de mayo de 2024

PLAGA

 


No exagero al decirlo: el techo del salón se había convertido en un encuentro festivo de mariposas marrones. Se habló de una plaga proveniente de África. En el balcón sucumbían las plantas devoradas por esas maestras del aleteo.

En aquella época, mi gatita Freud tenía aproximadamente cuatro meses, lo cual, ante mi asombro, no le impedía trepar a los muebles más altos en un inútil intento de cazar alguna. Su pose de cazadora felina al acecho nos hacía mucha gracia y no perdíamos ni uno solo de sus movimientos.

Las mariposas tarde o temprano volaban, con el supuesto propósito de abandonar la casa, puesto que su apetito voraz ya había sido satisfecho. Ese vuelo atolondrado por alcanzar el exterior le daba una oportunidad a la gatita y sus primeros pasos en el arte de cazar insectos. Con sus patitas las alcanzaba y de un golpe las tiraba contra el suelo, donde agonizaban.

Las pocas mariposas que quedaban enganchadas al techo, poco a poco abandonaban el territorio del animal felino y nos dejaban en paz.

Freud era un victorioso repelente contra insectos.




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