viernes, 21 de marzo de 2025

AHUYENTANDO EL MIEDO


 



Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado/

como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
(Julio Cortázar - "Nocturno")


La necesidad surge imperiosa, el miedo desciende y la habita después de la medianoche. La incertidumbre viaja de aposento en aposento con un pasaje de ida y vuelta y  la atmósfera asfixia a las ventanas. Es también en la noche que la soledad esgrime su mejor discurso. Aún es una soledad infantil, apenas balbucea frases ya gastadas.

Su letra no se asusta, despierta a intervalos regulares y toma notas: el invasor es un mal verso, intentando deconstruirle el placer poético a la madrugada.

Dibujó el sueño en el aire tibio del embozo y lo guardó a buen recaudo en el lugar que ocupa su colección onírica. También puede tramar sueños sin soñarlos.

A veces la oscuridad le trae un amor y la noche se calma. Otros días es la música la que aconseja a sus sentidos. Rememora el baile bajo los tejados en la ciudad que la preñó de canciones.

Desata nudos en las tertulias aflojando la desmemoria. Ilumina la esquina de los enamoramientos atenta a los añiles nocturnos. El oxígeno purificado respira el canto de los grillos.

Enmudece una voz avinagrada pronunciando  exabruptos que rebotan en las paredes y trepan hasta las cornisas. A veces se oye un himno de paz saltando de farola en farola llamando al baile a las sombras que caminan.

Hay un acuerdo campestre en los sonidos de esa parte de la urbe, alejada de los gritos y las promesas de venganza.

Ya nadie quiere derramar el rojo elixir de los latidos.





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