jueves, 7 de noviembre de 2024

EL MUÑECO DE LAURA

 


Éramos niñas y compartíamos habitación. El muñeco de Laura, su pequeño tesoro, tropezó conmigo y con mi miedo. Era de goma y lo colocaba por la noche sentado en la base de la lámpara de la mesilla situada en el medio de las dos camas. Su cabeza casi transparente reposaba bajo la luz, donde resaltaban sus ojos eternamente abiertos y burlones.Yo veía su demoníaca boca presidiendo mis inevitables pesadillas en las que aquella desdentada abertura me atacaba y mordía mi cuello como si fuera un vampiro. De esa boca, entreabierta en una sonrisa cruel, colgaba un hilillo de sanguinolenta pintura.

Le había comentado a Laura mi aprensión con respecto al infernal aspecto de su muñeco y le había sugerido poner otro u otra en su lugar, a lo que Laura se negó.

Un día en el que el monstruito estaba solo en la habitación, Laura había salido con nuestra madre, vi mi oportunidad: salvarme de mis sueños tétricos y cambiarlos por plácidos sueños.

Tomé entre mis manos al culpable de mi terror, lo tiré al suelo y le di unos cuantos pisotones. Su cabeza se resquebrajó. Cuidadosamente lo devolví a su sitio y pensé, feliz, en mi liberación nocturna.

Sin embargo, a pesar de la fractura que había padecido el muñeco, hecho que había provocado las lágrimas de Laura, esa noche el endiablado muñeco volvió a sentarse bajo la lámpara y ahora lucía mucho peor que antes. Las fracturas en la cabeza de aquel diabólico objeto, que había dejado de ser un simple muñeco para convertirse en un espectro, mostraba el interior hueco e iluminado de forma sugestiva. Como consecuencia de la contemplación del siniestro muñeco mi piel se erizaba.

Siempre me dormía pensando en hacerlo desaparecer.




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