Alteró
mi existencia fabricando un patíbulo.
Cuando
está suenan las paredes, aparecen jaulas con cotorras, añoro su
ausencia, me molestan las aves, su gesto libre y recuerdo mi libertad
y a quién me dejó disfrutarla.
Efímero
instante en el que mi ser habló, fuera de la prisión y sus
marcas.
Es
tan bruto que no lo sabe.
Detesto
sus herramientas y sus manos dispuestas al daño. A sus espaldas
vienen latidos y se abren las posibilidades de volar.
Mi
felicidad depende de su ausencia.
Se
esconde, es cobarde y sólo detrás de una pared muestra sus garras.
No es un animal, yo amo a los animales, es un ser humano
maligno.
Molesta,
siempre molesta.
You
make me feel so free.
El silencio abre su puerta. Mi ventana da al mar. Mis ojos le ven arrimado a una farola como si intentara sujetarla y el día se vuelve oscuro, bajo miles de alfileres que se clavan en las nubes.
Mis
palabras son urgentes. Querría reírme pero no puedo.
Qué
sentir cuando no sientes nada? Cuál es el límite de sus confines?
Qué rodeos hay que dar para alcanzar la libertad? Cuánto dolor es
necesario para redimirse?
Le
dedicaría un poema escatológico cada mañana. Risas al borde de las
lágrimas.
Santa
Teresa hablaba de la locura amorosa y Alejandra Pizarnik, extrajo la
piedra de la locura.
Y
ahora...
Sácame
de aquí...
No
me digas que esto sólo ha sido un juego para que sus vidas no sean
tan frustrantes. Sólo tienes que hacerte cargo de los restos del
naufragio y devolverme todas mis llaves.
Yo,
previsora, comienzo a decirte adiós.