miércoles, 29 de mayo de 2024

EXTRAÑEZA


La casa no era ésta ni la otra,

era tránsito entre todas

y la extrañeza de sus hábitos,

cuando el borde de los sueños afilados

se diluía.

Sentía la esfera y sus manecillas

en el centro del pecho

con una melodía y el llanto.

Escapaba del intervalo mortecino de la lámpara,

persiguiendo sus propios dedos

sobre el plano de los días,

con su discurso vespertino

y el temor de que la voz se astillara,

pronunciando la magia del gracias,

que consolaba

cuando el rincón de la ventana se abría

a la pausa.

Llegaría la apenada sombra del miedo,

cada día venía con aspavientos y veneno

a imitar un sollozo reprimido dentro del puño

y la paz

ganada en los múltiples desvelos.


Era la casa de los antiguos duendes

y la ceremonia del valor,

para seguir la orilla de un mar atrapándola

en la mudez de la medianoche.

Así, desarmada,

despertaba y buscaba

bajo la almohada el as que había soñado.





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