Le
cortamos el pelo del llanto,
las uñas del banquete, las pestañas
del sueño/
(Julio Cortázar - "Sueñe sin miedo,
amigo.")
Se levantó de la cama y se frotó los ojos para
borrar las últimas imágenes de un sueño terrorífico. Necesitaba
un café cargado con urgencia. Estaba asustada, había soñado
vívidamente y ahora no sabía cómo despertar por completo.
Se
puso una bata roja y salió al pasillo que le pareció más largo y
más tétrico. Las telarañas de la pesadilla enredaban sus
pensamientos. Ya en la cocina puso agua y café en la italiana y
pensó que nunca había investigado el porqué de llamarse de esa
forma. Simplemente no le había interesado. En unos minutos el sonido
típico del café cayendo dentro del recipiente superior la sacó de
ese estado, en cierto modo, catatónico. Se sirvió el café y
encendió un cigarrillo. Dio una calada profunda y vio cómo el humo
la rodeaba al exhalarlo. El aroma del café brasileño entró
placentero en ella al dar un largo sorbo.
Fue al baño con la
taza en la mano y se miró en el espejo. Las ojeras marcaban y
hablaban de la noche terrible que había tenido.
Volvió a la
cocina y apagó el cigarrillo en uno de los ceniceros apilados en un
rincón de la estantería. Se sentó y terminó su café tomando
conciencia de la hora, si no se daba prisa llegaría tarde al
trabajo. Miró sus manos y observó un ligero temblor. El miedo aún
no la había abandonado.
En la ducha revivió el sueño:
corría desesperadamente por una calle oscura y detrás de ella iba
alguien con un cuchillo en la mano, se despertó cuando la
alcanzaba.
Ya era libre, estaba despierta.