Tienes que soplar la vela.Y ahora mírame a los ojos, estás viendo el color de la oscuridad. Ha sido un camino largo. Dime, dónde estás corazón? En esta oscuridad es difícil adivinarte. La luz de la linterna roja viene a mi pensamiento. Esa película que una vez vimos juntos. El tono gris de toda la película y la linterna roja alumbrando la puerta de la concubina. Sí, ha sido un camino largo desde entonces, pero estamos vivos, hemos superado las barreras y ahora eso te produce alegría. A mí también me alegra, por supuesto. Mis manos también han cambiado, sus aleteos son otros, aunque muchas veces dicen lo mismo que entonces. Los momentos vacíos son oportunidad y circunstancia adecuada para las palabras que no se pronuncian cotidianamente. Discursos de estancia eventual, carentes de compromiso o contrato firme. Solo sé que estamos vivos y que debíamos de regalarnos los vocablos de una ficción que nos incluyera a ambos. Por eso hemos apagado todas las luces, para brillar nosotros al fin... en esa oscuridad impenitente. La linterna roja vendrá a rescatarnos de este abismo, o tal vez nos veamos en las imágenes de Las invasiones bárbaras. Nos acercaremos gracias a los chispeantes diálogos y los imitaremos porque nos sentimos como ellos. Seremos "nosotros", una palabra para los dos. Y nos sentiremos más vivos todavía. Enciende la vela, corazón, dame tu mano indulgente, que se está avivando la llama. Es hora de abandonar la causa oscura de ese túnel silente y sin salida. Estamos vivos, tenemos la luz de nuestras miradas. Salgamos a la calle a respirar nuevas ocasiones.
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