Me
llamo Dunia y me gusta contemplar el mar y las montañas con sus
cimas nevadas.
Estoy presa en mi propia casa, muchas veces me
planteé llamar al cero dieciséis pero nunca supe cómo contar mi
historia.
Mi ex pareja continúa persiguiéndome y
manteniéndome bajo el terror. No se lo puedo decir a nadie, porque
nadie me creería.
Soy como un perro en una jaula. Un chip me
ata. Ramón es ingeniero informático. El chip me fue implantado en
una consulta odontológica. Sentí algo extraño, lo dije y el
endodoncista me dijo que él no me había pinchado. Fue en la cabeza
y desde entonces mi vida se convirtió en un infierno.
Durante
un par de años fui de consulta en consulta médica, visité las
urgencias en varias ocasiones, los dolores no cesaban con nada.
Algunas veces esos dolores duraban 48 horas seguidas sin ningún
descanso, sin ningún alivio. Las cefaleas me paralizaban. Finalmente
un neurólogo me diagnosticó cefalea de origen inespecífico. Un día
esos dolores desaparecieron y aparecieron otros nuevos. También
tengo un acúfeno que a veces no me deja oír. Dejé de ir al médico
y escuché atentamente los movimientos del otro lado de la pared. Que
durante un tiempo largo fue agujereada por un taladro en diferentes
puntos. Llegué a pensar que podían taladrar hasta mi pared.
El
sistema es ideal para los maltratadores que disponen de bastante
dinero. El chip se activa a distancia. Es difícil hallar a un
culpable y denunciarlo. Está cerca. Es peligroso.
En
ocasiones he pasado mucho miedo. No me acostumbro a vivir de esta
forma. Aunque nadie lo sabe, siempre estoy muy triste. Me he quedado
sin amigos. No puedo concentrarme en sus conversaciones. Mi actitud
estrambótica los ha alejado. Quién me iba a creer lo que pasa?
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