una
bandada de palabras
posándose
una
a
una
en
los alambres de la página
(Julio
Cortázar - "Ahora escribo pájaros")
No,
no es tan sencillo. Se ha roto, hacía mucho tiempo que no se rompía
un vaso en casa. Fue un golpe. La fractura no fue inmediata. Sucedió
por la noche. El vaso estuvo intacto hasta la mañana siguiente. La
fractura se estuvo fraguando en el silencio.
Pensé
en el Kintsugi.
Recibió
el impacto de otro utensilio y no dio muestras de ninguna
consecuencia. Sabía que había quedado herido, a pesar de su
apariencia indemne. Permaneció allí, en la misma posición,
arrimado a otro vaso de color amarillo, vacío, de transparencia
impecable, como si nadie lo hubiera usado.
Se
apagaron las luces, era esa hora en que toda actividad deja de tener
obligatoriedad. Cuando se cierran las celdas y preparas la mirada
para seguir las letras del libro que te espera. Un tiempo de reposo y
de ficciones.
Noche
engarzada a viejos laberintos con espejos multiplicando las figuras.
El vaso fingiendo estar sano, en la permeable imaginación de la
salida, ofreciendo un contenido embriagador.
Acude
a la pequeña celebración la imagen fantasmal de aquel primer
brindis. Una escena muerta. Reencarnándose en las blancas paredes
donde una mano atrevida escribe su nombre.
Los
caracteres hacen resonar la voz del pasado y dan un salto enorme
hacia el futuro.
Después
los párpados bajan su telón en busca del sueño añorado. El vaso
sigue allí esperando el amanecer.
A
la mañana siguiente:
Guantes
de goma, jabón y una esponja. Tomo el vaso sin grieta entre mis
manos y todo se rompe.
viernes, 4 de abril de 2025
RUPTURA
jueves, 3 de abril de 2025
MARGARITAS AMARILLAS
En
sus tiestos, todas las plantas
desconocidas, nuevas,
me miraron
de pronto
como seres benignos
que pedían respeto
dándome
su cariño.
(Ida Vitale - "Invernadero")
A
menudo pienso en un mundo nuevo, en el latido cercano que nos
dejaste, en tus manos atrapadas por la tierra, en tu sonrisa hacia el
verde o el colorido camuflaje de los parterres...
Pienso en
regalarte mi amor tan secreto y enterrarlo a tu abrigo, que custodies
ese pedacito de mi alma y las margaritas amarillas.
Creo que
ha llegado el momento de embarcar tu risa hacia el horizonte marino.
Podremos ponernos junto a ti bajo la bóveda celeste y unirnos en una
plegaria de flores silvestres. Es posible que nos cuentes cómo se
agita el oleaje nocturno, transmitiéndote los sueños de los
viajeros. Tú misma atravesaste un océano ilusionada con el misterio
de otras costas. Fuiste allí a buscarnos sin saber que llegaría la
despedida. También encontraste el amor y danzaste con él hasta que
los dioses vinieron a buscarlo.
Te llamamos algunas veces sin
darnos cuenta de que te has ido al lugar de los abrazos, donde la luz
te acoge. Te nombramos una y otra vez como si todavía pudieses
participar de nuestras dudas y aflicciones, esperando que de algún
modo te pronuncies y nos aconsejes.
Vivimos en la utopía azul
de tu mirada que nos protege aún desde alguna parte, como si fueras
a abrir la puerta y sentarte entre nosotras.
Sin embargo, tu
ausencia crece y madura en nuestro pensamiento, dispuesto todavía a
errar y situarte en el presente. Eres suma de recuerdos cuando
evocamos tus pequeñas hazañas y también las grandes.
Nos
enseñaste la lucha vital y nos aferramos a tu ejemplo, para no
decaer en las situaciones difíciles. Guardamos tu legado en nuestros
pequeños cofres, donde palpitan los días.
Tu nombre se llama
amor en nuestros labios.
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