La noche está solitaria como
nunca. Más oscura, más silenciosa, alguien baja una persiana y la deja caer. Me
la imagino a pedazos en el fondo del patio. No puedo dormir. Me doy cuenta de
que no quiero que duerma nadie. Lo sé, es una actitud egoísta. No quiero estar
sola en mitad de la noche. Ya he pensado varias veces en todo lo que tengo que
hacer mañana. Me aburre usar esa estrategia para esquivar a los monstruos
nocturnos.
Casi se
incendia la casa, un descuido, un olvido. Como las cosas que pasan cuando se
acaba el amor. Me di cuenta a tiempo. Retiré la olla del fuego y juré que nunca
más iba a cocinar con insomnio. En cambio el insomnio le va bien al amor. Se te
ocurren infinidad de soluciones para el amor en la madrugada. Y puedes pensar
sin miedo a que se te queme algo. Aunque el amor a veces es una catástrofe, de
pronto me vienen a la cabeza todas las mujeres maltratadas. Amor? Cuando el
otro hace daño con saña no hay amor en ninguna parte. Esta es una mala época
para el amor. Hay incluso amores con inteligencia artificial. Y muchos,
muchísimos, sin ninguna inteligencia.
Algunas noches, aunque para mí el
amor no existe, estoy a punto de pedir socorro. Paso demasiadas noches en
blanco. Sufro. Mientras el edificio duerme yo sufro.
Cuatro de la madrugada, el reloj
es un asesino del tiempo. Algunas veces rezo, es una costumbre que tengo desde
pequeña. No la he perdido y me calma. He perdido tantas cosas. Y lo que ya no
se puede recuperar es el tiempo, hoy pasa con imprudencia.
Y qué me
dicen de las polémicas mujeres maltratadoras. Son pocas, pero son y crueles.
Hace muchos años me encontré con una y no me lo podía creer.
Me toca a
mí pero odio esta noche tan oscura y tan poblada de fantasmas.
El dolor
tampoco duerme. De pronto acude una arcada. Salgo corriendo hacia el baño.
Vomito. Arde. Como si el demonio saliera del infierno. Qué haré con todo esto?
La angustia hace cabalgar a mi corazón, galopa en el sinsentido de la penumbra.
Cinco de
la madrugada. Hay un loco que pretende que me levante. Estoy tan cansada que me
importa un pepino. El agotamiento me duerme.
Seis de la
madrugada, las paredes discuten, no estoy de acuerdo con ninguna. Me doy cuenta
de que he soñado algo terrorífico. Estaba sola en medio del desierto. Alguien
me perseguía y yo no tenía zapatos. No sueño nunca, pero la noche es tan turbia
que elaboró esas imágenes.
Mañana ya
es hoy, la noche anémica ha cruzado la frontera.
La noche está solitaria como nunca. Más oscura, más silenciosa, alguien baja una persiana y la deja caer. Me la imagino a pedazos en el fondo del patio. No puedo dormir. Me doy cuenta de que no quiero que duerma nadie. Lo sé, es una actitud egoísta. No quiero estar sola en mitad de la noche. Ya he pensado varias veces en todo lo que tengo que hacer mañana. Me aburre usar esa estrategia para esquivar a los monstruos nocturnos.
Casi se
incendia la casa, un descuido, un olvido. Como las cosas que pasan cuando se
acaba el amor. Me di cuenta a tiempo. Retiré la olla del fuego y juré que nunca
más iba a cocinar con insomnio. En cambio el insomnio le va bien al amor. Se te
ocurren infinidad de soluciones para el amor en la madrugada. Y puedes pensar
sin miedo a que se te queme algo. Aunque el amor a veces es una catástrofe, de
pronto me vienen a la cabeza todas las mujeres maltratadas. Amor? Cuando el
otro hace daño con saña no hay amor en ninguna parte. Esta es una mala época
para el amor. Hay incluso amores con inteligencia artificial. Y muchos,
muchísimos, sin ninguna inteligencia.
Algunas noches, aunque para mí el
amor no existe, estoy a punto de pedir socorro. Paso demasiadas noches en
blanco. Sufro. Mientras el edificio duerme yo sufro.
Cuatro de la madrugada, el reloj
es un asesino del tiempo. Algunas veces rezo, es una costumbre que tengo desde
pequeña. No la he perdido y me calma. He perdido tantas cosas. Y lo que ya no
se puede recuperar es el tiempo, hoy pasa con imprudencia.
Y qué me
dicen de las polémicas mujeres maltratadoras. Son pocas, pero son y crueles.
Hace muchos años me encontré con una y no me lo podía creer.
Me toca a
mí pero odio esta noche tan oscura y tan poblada de fantasmas.
El dolor
tampoco duerme. De pronto acude una arcada. Salgo corriendo hacia el baño.
Vomito. Arde. Como si el demonio saliera del infierno. Qué haré con todo esto?
La angustia hace cabalgar a mi corazón, galopa en el sinsentido de la penumbra.
Cinco de
la madrugada. Hay un loco que pretende que me levante. Estoy tan cansada que me
importa un pepino. El agotamiento me duerme.
Seis de la
madrugada, las paredes discuten, no estoy de acuerdo con ninguna. He soñado algo terrorífico. Estaba sola en medio del desierto. Alguien
me perseguía y yo no tenía zapatos. No sueño nunca, pero la noche es tan turbia
que elaboró esas imágenes.
Mañana ya
es hoy, la noche anémica ha cruzado la frontera.
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