lunes, 5 de agosto de 2024

CUMPLEAÑOS Y LOMBRICES

 


Me tuve que quedar en casa todo el día y la memoria se me llenó de pasado, repleta de aquel cumpleaños. Una compañera de colegio me había invitado a su casa a celebrarlo y su padre había venido con el coche a buscarme. En aquellos tiempos no era tan normal tener coche propio, mi calle era una calle tranquila apenas pasaba un coche cada cierto tiempo, jugábamos en la calzada sin ningún tipo de peligro.

El padre de Gloria no tuvo ningún problema para aparcar frente a la puerta de mi edificio. El portal siempre estaba abierto, no fue necesario que tocara el timbre desde abajo. Subió con su hija Gloria y otras niñas que iban invitadas.

El silencio de la tarde y la paz en la calle me llevaron a revivir nuevamente aquel día. Yo no le había dicho nada a mi madre porque me parecía increíble que el padre de Gloria fuera a buscarme en coche.

Mi madre abrió la puerta sorprendida. No esperábamos a nadie, aunque también podía ser alguna vecina. Pero no, era Gloria, su padre y un par de niñas más que iban al cumpleaños.

El presente me encoge el corazón, la desilusión vino tal como la había sentido en aquel momento. Deje el libro que estaba leyendo a mi lado, sobre el sofá. Me entregué por completo a la nostalgia. Apoyé la cabeza en el respaldo y miré al techo, como si los recuerdos estuvieran en un lugar muy elevado. Vi un mosquito cerca de la lámpara. Salí despacio del salón y fui a buscar la fregona, arma infalible para insectos posados en el techo. Entré blandiendo mi arma y con un movimiento rápido y certero aplasté al mosquito y lo limpié con la fregona. La enjuagué y la dejé en su sitio. El mosquito flotaba en el agua del cubo que vacíe en el váter.

Me volví a sentar y regresé a esa tarde de cumpleaños. Mi madre le había dicho al padre de Gloria que no podía ir porque tenía un compromiso. No era cierto, pero tampoco era una mentira, los domingos por la tarde íbamos a casa de doña Luisa. Donde, por otra parte,  me divertía mucho.

Esa tarde de domingo, en el gallinero de la casa de doña Luisa, desaparecieron una media docena de lombrices. Las descuarticé con un palo y se las tiré a las gallinas.




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