Venía
detrás de mí. Oía su alarmante tos y sus escupitajos. Me di la
vuelta y le miré, era un hombre maduro, sacó de su bolsillo un
paquete de tabaco y un encendedor. Se disponía a fumar, a pesar de
aquella tos de espanto. Mi mente no pudo evitar augurarle una muerte
temprana. Él hacía lo posible.
Como
si me hubiese leído el pensamiento me miró con chulería. No me
gusta la palabra pero es exactamente lo que pensé. Tosía sin poder
controlarlo, aun así levantaba la barbilla, como si estuviese
haciendo la mejor obra del mundo, dando una larga calada a su
cigarrillo para siempre jamás.
Mi
pensamiento se ocupó de otras cosas, la calle en esos momentos
estaba casi vacía, iba a tomar café con Lola y llegué al bar con
aquellos estruendosos accesos de tos en los oídos. Lola ya estaba
allí. Parece que has visto al demonio, me dijo al llegar. He
escuchado la tos más espeluznante del mundo, le dije. Qué exagerada
eres, comentó. Es cierto y además fumaba haciéndole honores al
humo, afirmé. Y a ti que más te da? No me gusta ver como se mata la
gente. Otra vez exagerando. Si lo escucharas me darías la razón.
Qué ganas de complicarte la vida, no tienes suficiente con los tuyos
que tienes que pensar también en los que no tienen nada que ver
contigo? Pues ya ves, como si imitara la humanidad de los
animales.
Venga
ya, déjate de tonterías y apura el café que si no vamos a llegar
tarde al teatro, dijo Lola. Vamos a ir en taxi, invito yo, aún nos
queda media hora, la tranquilicé.
Mientras
terminábamos nuestro café, Lola estuvo contándome anécdotas de su
perrito Pichi. Le había puesto ese nombre por el chotis, baile que
le encantaba. Y a mí me gustaba mucho que me hablara de
Pichi.
Salimos
a la calle y nos dirigimos a la parada de taxis de la esquina.
Abrimos la puerta del coche y lo primero que oímos fue una tos
aterradora. El conductor llevaba puesta una mascarilla. Nos
arriesgamos a subir, el trayecto no era demasiado largo. Aquel hombre
era el mismo que había tosido detrás de mí en la calle.
Por
cierto, la obra que íbamos a ver, se titulaba El enfermo imaginario.
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