"El
mundo cambia. El silencio se extiende. Quién te escucha?",
Kjell Askildsen.
Ella
piensa que la oyen y algunas veces lee en voz alta pasajes que
le parecen excepcionales. Comparte con su espejo secretos hallados
azarosamente en su pensamiento... Sí, también, se dice y sigue su
discurso para nadie o para ella misma. Leyó, hace años, que era
bueno oírse, no perder el contacto con la propia voz. Después, se
encontró con que no era la única, en el mundo del silencio, que
hablaba sola. Eso. En soledad. No sentía miedo en esa soledad porque
la acompañaban sus lecturas, conversaciones telefónicas, encuentros
con amigos, el cine... Así, tenía la oportunidad de compartir su
solitaria existencia.
En
algunas ocasiones el silencio se apoderaba de las horas bajas,
repletas de dudas existenciales. Alzaba, entonces, una plegaria
sanadora, como un cuento con final feliz y funcionaba, el mundo
cambiaba con más lentitud y le daba tiempo a seguir sus
innovaciones. De este modo, se reconciliaba con la velocidad de los
acontecimientos, que pretendían apartarla del camino.
Un
camino para todos, la vida sin más con sus grandes y minúsculas
singularidades. Ella dice hechos benignos y hechos dolorosos, hechos
que vienen a destacar la soledad y hechos que dan fe de la
bienaventuranza que significan la amistad y el amor de nuestros seres
queridos.
A
ratos el silencio se distrae con voces de otras casas. Son escenas
contiguas, contrariando la calma de su lugar. En ocasiones, el
remedio son los auriculares y la música, piensa ella. No se inmuta
hasta que un Goliat delinque y trata de entrar en su intimidad.
Ahuyenta el miedo en los confines de una película y lo ignora.
Para
qué digo todo esto?, se pregunta. Tal vez para que no se extienda el
silencio.
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