Hace
mucho frío, a pesar del sol que se refleja en la explanada frente al
iglú, no lo noto, mi abrigo de pieles curtidas por mí mantiene el
calor de mi cuerpo.
Estoy
preparando una piel para confeccionar un chaleco a uno de mis nietos.
He enseñado a mis hijos a trabajar las pieles, pero a veces yo misma
les preparo alguna.
El
tiempo de las nieves ha fluido muy rápido, mi pelo era negro y
fuerte, difícil de sujetar en su sitio, los años lo han convertido
en una débil capa blanca que abriga mis orejas. A mis nietos les
gusta el color blanco que se asemeja a las nieves de nuestro
territorio.
Vivo
sola en mi iglú, mi compañero murió hace diez veranos, en pleno
deshielo. Ahora, alguno de mis nietos, suele venir a pasar la noche
conmigo.
El
mar está cerca, es la poesía de esta fría tierra de osos polares y
trineos tirados por perros. Nos habla a través de los ojos y escamas
de sus peces, que son también alimento. He visto en uno de ellos,
hace veinte lunas, mi casa vacía y las lágrimas de mis nietos. Pero
no será triste, apenas será un cambio. Mi espíritu volverá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario