No le digas que la nube fue protagonista de la lluvia mansa, cuando los grises se mostraron quietos en la bóveda. Una obra teatral del clima irascible de sus mentiras, ejerciendo la crueldad tanto en sus actos como en sus palabras. La muerte anda cerca y va de puntillas tras las ventanas cerradas a cal y canto contra la niebla.
Ella desarrolla un rencor sobre la tierra que la devolvió herida, inevitablemente mala como un fuego a propósito sobre los bosques. La torpeza del aire inerte envuelve su cuerpo en el manantial seco del amor.
Las voces mágicas del viento acuden a la cita para escucharte y cantarte una nueva canción.
La densidad del oxígeno se hace insoportable, los campos magnéticos giran velozmente. Ellos y ellas juegan a ser dioses. Castigan a las partículas que respiramos y crecen hojas con espinas donde se ocultan los misterios.
Hay matarifes en las esquinas de las calles, ese laberinto que se han inventado: un juego sin escrúpulos. El huracán comienza en la convergencia de las pendientes, el vendaval arrastró los sueños y ya nadie desea pisar esos senderos.
Te convirtieron en la víctima de tus dones.
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