jueves, 31 de octubre de 2024

EL VIEJO PATIO


Cuando se apagan las voces en el viejo patio, danzan las macetas con sus verdes y rojos hasta la fotosíntesis. La savia eres tú, trepando, trepando por la pared blanca como un silencio mudo, hasta alcanzar la cornisa, sede de los gatos nocturnos. Has venido a verlo, a cerciorarte de que soy yo con mi voz de ahora y tal vez la de siempre, solo que más grande en tamaño.

Nada detiene el baile otoñal ante tus ojos incrédulos. Florecen las palabras y los recuerdos, algún vocablo fertiliza su crecimiento. Escalofrío. La mano helada repasa las vértebras, ese camino de hormigas que ya nadie pisa y sostiene al cuerpo descendiendo por la pendiente de la decadencia.

Ahora hago nudos en las frases para no olvidar la importancia o la poca importancia de lo dicho. Saboreo mi café atezado en la tarde, cuando sé que el recorrido va a ser este punto tan alejado de auroras boreales y glaciares.

Soy de la remembranza del círculo, al norte, al filo de las montañas y los bosques, me fundo en el paisaje y aprendo a nadar en los lagos de hielo, a vista de pájaro. Ave que consiente la distancia alejándose del suelo y de las copas de esos árboles. Soy enorme pulsando el lomo de la nieve mientras el vuelo amenaza nubes estrictas de un día despejado. Nadie menciona el culto a la  naturaleza que nos hace habitantes terrenales, nadie dice de su furia arbitraria. Todos hablan de la culpa como en una ofrenda ante el ara después de lo terrible. Imitan la violencia del clima desde sus sillas resguardadas, mientras se descubre el paso de la parca bajo los escombros.

El viejo patio duerme.


 

viernes, 25 de octubre de 2024

SPA




Con las bolsas llenas entro en la cocina, meto los alimentos en la nevera y, sin terminar de colocar la compra, me voy. Abro la puerta con un ademán de rabia, como si King Kong hubiera venido a verme directamente desde la isla Calavera. "Ya está bien", me digo, "me voy al spa".

A esa hora no hay nadie, me meto en el agua de ideal temperatura, olfateo para colmarme de ese aroma que planea en el aire y escucho los sonidos relajantes. Esta soledad adquirida me lleva lejos de las obligaciones domésticas. El color melocotón de las paredes, me recuerda al paisaje desértico de Zagora en Marruecos. Era joven. Fui con mi amiga Ángela y nos sentíamos sumamente relajadas. Respiro hondo como si quisiera agotar el aire de la sala. Recuerdo la jaima orientada al oeste, desde donde vivimos uno de los atardeceres más hermosos. La mañana siguiente amaneció sobre los lomos de los camellos descansando. Tomé un café observándolos antes de iniciar el regreso.

El dibujo de la pared, abstracto, me traslada al paisaje urbano de la capital, siempre visitada y alborotada. El estrés ponzoñoso como ahora. Sólo tengo estos instantes aromáticos y debo trazar un plan que me permita vivir relajada, en paz. Y soñar que me elevo por encima de responsabilidades y contratiempos.

Me cuesta volver a casa, pero estoy dispuesta a cambiar las cosas. Una de ellas: iré más a menudo al spa.

 

miércoles, 23 de octubre de 2024

CONTRATIEMPO

 

"Aquí, la muerte es amarilla como el sabor del pan." Julio Llamazares.




Desde este contrariado contratiempo pongo mi afán en el olvido. Destiempo para pensar en los sentimientos que acuden. Soy contrariedad a ratos, lo que sucede no se puede detener, es la ley de la naturaleza. Sólo cabe reflexionar de forma positiva sobre lo que está ocurriendo. Se está yendo. El reloj de arena agota sus granos hora a hora, elaborando una despedida que no deseo triste, sino como el fin de su etapa vital cumplida con creces.

Os hablo poco y muy despacio desde que tenemos conocimiento de lo que sucede. Estoy preparada, aunque contrariada porque el hecho que va a tener lugar no se puede evitar, pero lo acepto. Y os hablo de lo que siento. Y me habláis de cómo os sentís vosotras.

En algún lugar de este sendero está también nuestra parada, como si bajáramos de un autobús en un sitio desconocido y nos costara cierto tiempo orientarnos. Pero eso lo dejaremos al sueño, que agita sus hilos nocturnos.

Ahora estamos sentadas en una sala de espera donde predomina el blanco y conversamos en voz muy baja. Murmuramos, aunque no es necesario. El ocaso de su vida baja nuestro tono de voz, vosotras también estáis preparadas, el contratiempo nos ha proporcionado espacio para la aceptación serena. Porque todos partiremos cuando llegue nuestro instante.

Él también se irá pronto, la edad ha construido un castillo de naipes cuya dimensión va cediendo a la ley gravitacional. Sus paredes están desmoronándose poco a poco. Los cimientos fallan en su equilibrio cotidiano. El sol lo llama y él retrasa su llegada.

Todas las vidas disminuyen. Desde que nacemos somos temporales y caminamos contra el tiempo.





miércoles, 16 de octubre de 2024

SOLEDAD Y SILENCIO

 


"El mundo cambia. El silencio se extiende. Quién te escucha?", Kjell Askildsen.


Ella piensa que la oyen y algunas veces lee en  voz alta pasajes que le parecen excepcionales. Comparte con su espejo secretos hallados azarosamente en su pensamiento... Sí, también, se dice y sigue su discurso para nadie o para ella misma. Leyó, hace años, que era bueno oírse, no perder el contacto con la propia voz. Después, se encontró con que no era la única, en el mundo del silencio, que hablaba sola. Eso. En soledad. No sentía miedo en esa soledad porque la acompañaban sus lecturas, conversaciones telefónicas, encuentros con amigos, el cine... Así, tenía la oportunidad de compartir su solitaria existencia.

En algunas ocasiones el silencio se apoderaba de las horas bajas, repletas de dudas existenciales. Alzaba, entonces, una plegaria sanadora, como un cuento con final feliz y funcionaba, el mundo cambiaba con más lentitud y le daba tiempo a seguir sus innovaciones. De este modo, se reconciliaba con la velocidad de los acontecimientos, que pretendían apartarla del camino.

Un camino para todos, la vida sin más con sus grandes y minúsculas singularidades. Ella dice hechos benignos y hechos dolorosos, hechos que vienen a destacar la soledad y hechos que dan fe de la bienaventuranza que significan la amistad y el amor de nuestros seres queridos.

A ratos el silencio se distrae con voces de otras casas. Son escenas contiguas, contrariando la calma de su lugar. En ocasiones, el remedio son los auriculares y la música, piensa ella. No se inmuta hasta que un Goliat delinque y trata de entrar en su intimidad. Ahuyenta el miedo en los confines de una película y lo ignora.

Para qué digo todo esto?, se pregunta. Tal vez para que no se extienda el silencio.





sábado, 12 de octubre de 2024

UNA DE LAS DOS PATALETAS



Pasillo, sala y cocina. Los hechos se desarrollaron en esos tres lugares. Tenías en torno a los tres años, no lo recuerdo exactamente. En la casa solo tú y yo y nuestras respectivas imaginaciones siempre en danza.


Estábamos en la sala, justo al lado de la cocina, jugabas en el suelo rodeada de juguetes. Te gustaba jugar con niñas y niños también, no obstante poseías suficiente fantasía como para jugar largo rato sola. Y eso hacías, mientras yo leía sentada en una de las sillas de la mesa camilla. Creo que las madres adquirimos en el parto un sentido extraordinario que nos permite concentrarnos en una tarea y al mismo tiempo estar vigilando los juegos de los hijos.

De pronto se te ocurrió pedir algo, era algo que no podía ser en ese momento, y era algo poco importante porque no lo recuerdo. Insististe. Te expliqué por qué no era posible en ese instante. Volviste a insistir. De nuevo te expliqué por qué  no podía ser. Te tiraste boca abajo en el suelo llorando y pataleando. Intenté calmarte sin resultado. Entonces cogí mi libro y me fui a la cocina, me senté a la mesa frente al pasillo, desde donde oía perfectamente tus patadas en el suelo y tu llanto. Pasaron unos minutos y entonces te levantaste del suelo y viniste al pasillo frente a la cocina, te tiraste en el suelo y seguiste con la pataleta. Yo seguí leyendo. 

El volumen de tu llanto se elevaba cada vez más, pero era más bien un llanto seco. Se me ocurrió cerrar la puerta de la cocina para dejarte aislada en el pasillo con tu rabieta. Pasaron unos minutos, te levantaste y abriste la puerta de la cocina. Seguidamente te volviste a tirar en el suelo e iniciaste el llanto de nuevo, amenizado por las patadas en el suelo. Retuve un amago de risa.

Comprendí la situación, me levanté fui hasta donde estabas, muy cerca de la puerta de la cocina, y comencé a dar órdenes de finalizar semejante pataleta. Creo que te amenacé con algún castigo. Mi tono de voz era firme y bastante alto. Empezaste a reaccionar y poco a poco cedió el llanto. Dejaste de patear el suelo. Te pedí que te levantaras y obedeciste. Al poco rato estabas jugando tranquilamente otra vez. Y yo volví a mi lectura junto a la mesa camilla.

Ese día aprendimos las dos. Tú, a recibir un no por respuesta. Yo, a armarme de paciencia.




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