viernes, 28 de junio de 2024

ME TOCA A MI


La noche está solitaria como nunca. Más oscura, más silenciosa, alguien baja una persiana y la deja caer. Me la imagino a pedazos en el fondo del patio. No puedo dormir. Me doy cuenta de que no quiero que duerma nadie. Lo sé, es una actitud egoísta. No quiero estar sola en mitad de la noche. Ya he pensado varias veces en todo lo que tengo que hacer mañana. Me aburre usar esa estrategia para esquivar a los monstruos nocturnos.

Casi se incendia la casa, un descuido, un olvido. Como las cosas que pasan cuando se acaba el amor. Me di cuenta a tiempo. Retiré la olla del fuego y juré que nunca más iba a cocinar con insomnio. En cambio el insomnio le va bien al amor. Se te ocurren infinidad de soluciones para el amor en la madrugada. Y puedes pensar sin miedo a que se te queme algo. Aunque el amor a veces es una catástrofe, de pronto me vienen a la cabeza todas las mujeres maltratadas. Amor? Cuando el otro hace daño con saña no hay amor en ninguna parte. Esta es una mala época para el amor. Hay incluso amores con inteligencia artificial. Y muchos, muchísimos, sin ninguna inteligencia.

Algunas noches, aunque para mí el amor no existe, estoy a punto de pedir socorro. Paso demasiadas noches en blanco. Sufro. Mientras el edificio duerme yo sufro.

Cuatro de la madrugada, el reloj es un asesino del tiempo. Algunas veces rezo, es una costumbre que tengo desde pequeña. No la he perdido y me calma. He perdido tantas cosas. Y lo que ya no se puede recuperar es el tiempo, hoy pasa con imprudencia.

Y qué me dicen de las polémicas mujeres maltratadoras. Son pocas, pero son y crueles. Hace muchos años me encontré con una y no me lo podía creer.

Me toca a mí pero odio esta noche tan oscura y tan poblada de fantasmas.

El dolor tampoco duerme. De pronto acude una arcada. Salgo corriendo hacia el baño. Vomito. Arde. Como si el demonio saliera del infierno. Qué haré con todo esto? La angustia hace cabalgar a mi corazón, galopa en el sinsentido de la penumbra.

Cinco de la madrugada. Hay un loco que pretende que me levante. Estoy tan cansada que me importa un pepino. El agotamiento me duerme.

Seis de la madrugada, las paredes discuten, no estoy de acuerdo con ninguna. Me doy cuenta de que he soñado algo terrorífico. Estaba sola en medio del desierto. Alguien me perseguía y yo no tenía zapatos. No sueño nunca, pero la noche es tan turbia que elaboró esas imágenes.

Mañana ya es hoy, la noche anémica ha cruzado la frontera.

La noche está solitaria como nunca. Más oscura, más silenciosa, alguien baja una persiana y la deja caer. Me la imagino a pedazos en el fondo del patio. No puedo dormir. Me doy cuenta de que no quiero que duerma nadie. Lo sé, es una actitud egoísta. No quiero estar sola en mitad de la noche. Ya he pensado varias veces en todo lo que tengo que hacer mañana. Me aburre usar esa estrategia para esquivar a los monstruos nocturnos.

Casi se incendia la casa, un descuido, un olvido. Como las cosas que pasan cuando se acaba el amor. Me di cuenta a tiempo. Retiré la olla del fuego y juré que nunca más iba a cocinar con insomnio. En cambio el insomnio le va bien al amor. Se te ocurren infinidad de soluciones para el amor en la madrugada. Y puedes pensar sin miedo a que se te queme algo. Aunque el amor a veces es una catástrofe, de pronto me vienen a la cabeza todas las mujeres maltratadas. Amor? Cuando el otro hace daño con saña no hay amor en ninguna parte. Esta es una mala época para el amor. Hay incluso amores con inteligencia artificial. Y muchos, muchísimos, sin ninguna inteligencia.

Algunas noches, aunque para mí el amor no existe, estoy a punto de pedir socorro. Paso demasiadas noches en blanco. Sufro. Mientras el edificio duerme yo sufro.

Cuatro de la madrugada, el reloj es un asesino del tiempo. Algunas veces rezo, es una costumbre que tengo desde pequeña. No la he perdido y me calma. He perdido tantas cosas. Y lo que ya no se puede recuperar es el tiempo, hoy pasa con imprudencia.

Y qué me dicen de las polémicas mujeres maltratadoras. Son pocas, pero son y crueles. Hace muchos años me encontré con una y no me lo podía creer.

Me toca a mí pero odio esta noche tan oscura y tan poblada de fantasmas.

El dolor tampoco duerme. De pronto acude una arcada. Salgo corriendo hacia el baño. Vomito. Arde. Como si el demonio saliera del infierno. Qué haré con todo esto? La angustia hace cabalgar a mi corazón, galopa en el sinsentido de la penumbra.

Cinco de la madrugada. Hay un loco que pretende que me levante. Estoy tan cansada que me importa un pepino. El agotamiento me duerme.

Seis de la madrugada, las paredes discuten, no estoy de acuerdo con ninguna. He soñado algo terrorífico. Estaba sola en medio del desierto. Alguien me perseguía y yo no tenía zapatos. No sueño nunca, pero la noche es tan turbia que elaboró esas imágenes.

Mañana ya es hoy, la noche anémica ha cruzado la frontera.

 

EL TORTURADOR

 


"El torturador la despierta cada diez minutos, está agotada y necesita dormir y el torturador lo sabe. Qué es el tiempo? Una medida, un arma, algo que al torturador le permite hacer daño sin manchar su lujoso vestido. El torturador: un macho vestido de mujer, la encontró paseando sola por el parque.  El vestido que lleva puesto está algo ajado, lo heredó de su tía Carolina. Es cómodo y el color, un azul turquesa, le sienta bien, se dice a si mismo. El torturador está vacío, ya ni siquiera la tortura consigue producirle ninguna emoción. No obstante, cuando la vio sola en el parque, pensó que estaba de suerte. La imaginación y la crueldad le habían llevado a ese extremo, actuar por su cuenta. Ella no era la primera pero tal vez sí una de las que más se resistían. Eso le animaba, aunque las emociones eran muy distintas de cuando todo comenzó. Ahora necesitaba más sangre. De todos modos, él también estaba cansado y no quería manchar uno de sus mejores vestidos. Eso no lo sabía nadie, porque la única que sobreviviría sería ella. La última vez que la despertó se rió a carcajadas y le dijo: vas a tener suerte porque voy a dormir una horita. A ella, por supuesto, esa hora se le hizo eterna pero no durmió. Tenía que pensar, tenía que encontrar la manera de escapar, tenía que resistir. El miedo no le permitía pensar con claridad..."

Si no le fallaba la memoria, había escrito y reescrito más de media docena de veces aquel párrafo. Cerró el portátil. El café se le había quedado frío. Estaba en el bar de siempre, en la mesa de siempre, al fondo, donde el ruido se amortiguaba, de una ojeada veía todo el local y su público. Le gustaba escribir entre la gente, sobre todo desde que había empezado aquel texto. Todavía no sabía a dónde iba a llegar, sabía que trataba de algo que le costaba mucho sacar. Llevaba toda la vida escribiendo, era bastante conocida y sin embargo nunca había abordado aquel tema con suficiente valentía. Había hablado de ello muchas veces pero nunca en detalle.

Era difícil escribir aquello, lo tenía muy claro y sin embargo eso no le facilitaba la tarea. Lo dejaba para mañana, cuando escribía más de media hora sobre ello, acababa con un dolor insoportable de ovarios. Ya lo había tratado en terapia, era una burda forma de boicotearse, aun así no había podido solucionarlo.

Pagó el café, recogió sus cosas y salió del bar. Sentir el aire frío de la calle le hizo bien.




miércoles, 12 de junio de 2024

PÁGINA EN BLANCO

 


Atorrante, el sueño, se fue por la ventana y me dejó una mariposilla de la luz, medio mareada, torpe ya de tanto pelearse con la oscuridad. Rondaba el mate clandestino como si supiera que me estaba preparando el rito de la escritura. Quería, apolillada, comerse la ropa que llevo puesta a falta de lámpara con que chocarse. Venía del dormitorio tan adormilada que la atrapé en un aplauso y me di por vencida sobre el cuaderno.

Se ampara en mí el insomnio. Me sobraban páginas en blanco y le susurré una gota de sangre al texto soñado sobre el tapiz desvelado.

No sé contar ovejas, más bien me cuento alegrías que me despiertan aún más. Porque me tarda en llegar el amanecer para que se cumpla lo que me digo.

Mañana estaré enamorada. Es una forma de estar alerta, sonriente, contenta... Voy a imitar las cualidades de los enamoramientos, secretamente, y venceré así los temores.

Daré una propina al camarero o camarera y ofreceré mi sonrisa amorosa. Me inventaré un día de felicidad plena con cuatro cosas infalibles. A nadie diré la fórmula. Ni siquiera los arcanos sabrán de qué manera me propongo amores invencibles.

Y ahora me iré al lecho, que se ha convertido en cama revuelta, daré dos vueltas más y dormiré tranquila porque ya he llegado al final de la página.




domingo, 9 de junio de 2024

TARDES DE LETRAS

 


Cuando me desperté llovía. Me fui a la cocina y preparé mate. Abrí la puerta de la terraza y me dispuse a escribir escuchando el sonido de la lluvia. No estaba cómoda, lo primero que suelo hacer al levanttarne es darme una ducha. Dejé la escritura y me llevé el mate al baño.

Después de la ducha el mundo cambió, un lejano aroma, cálido y fresco a un tiempo me invadió por completo. Fui muchos años atrás, cuando escribía un diario apócrifo por las tardes, tomando mate en la cocina. Era feliz. Mi voz se remontaba como una cometa por encima de las nubes y mi cuerpo era liviano. La perrita venía a buscarme cada tarde a la misma hora. Era el momento de dejar la escritura y atender las necesidades de la perrita. La recuerdo todavía con la tremenda pena de su desaparición. Murió un año más tarde, pero la había querido con toda mi alma, disfruté de aquel tiempo con ella infinitamente.

La letra de hoy tiene una parte de ayer. El presente se asienta, lógicamente, sobre el pedestal del pasado. La felicidad, la tristeza, el amor, el desamor, las luces y las sombras de aquel tiempo, la juventud todavía, las pérdidas, las ausencias, la alegría.. El mate, la escritura, los versos, la facilidad de las palabras cabalgando sobre el cuaderno, el ritual y su magia. Los sentimientos tan acerados...

Ahora aquí sigo: el blog, los cuadernos, la escritura y también el mate.

Y por supuesto, sobre todas las cosas, tanto ayer como hoy: mi hija.


viernes, 7 de junio de 2024

LA LUZ QUE ENTRA POR LA VENTANA

 

El milagro se produce en mi cuarto. Al atardecer, cuando el sol comienza su crepuscular recorrido, sus rayos entran oblicuos por la ventana.

El encaje de las cortinas brilla y filtra los haces de luz que se posan sobre la estantería. Pule los lomos de los libros y destaca las fotografías.

Me gusta recostarme sobre la cama y contemplar el espectáculo en ese mínimo rincón donde reposan, además de libros y fotos, otros objetos que son cúmulo de recuerdos.

Miro con detenimiento el osito de peluche amarillo que cuelga sobre una foto de mi hija, un regalo que me hizo ella hace muchísimos años. Era adorno del paquete en el que venía envuelto el libro.

Brilla, también, el minúsculo cenicero de cerámica que me trajo una amiga de Ibiza, cuando todavía fumaba.

El tintero de porcelana reluce y se hace más intenso su color turquesa con un elefante blanco y unas flores amarillas. Otro obsequio de una amiga. Es hermoso. No es útil, pero el conjunto con su tapón dorado estimula mi imaginación.

Poco a poco la luz se va retirando, después de cumplir con su objetivo: adornar, reflejándose sobre los objetos de mi estantería. Mientras el fenómeno solar acapara mi atención, se ponen en marcha los recuerdos de miel y palabras.

El sol apenas acarició el trofeo y la imagen de una Virgen. En la penumbra hay más libros y más secretos.




miércoles, 5 de junio de 2024

LA NIÑA TRANSPARENTE



Caminaba cuesta abajo por la empinada calle, el sol caía en diagonal sobre mi cabeza. Iba por la acera soleada, por la otra una madre con sus dos hijas detrás, jugando y dando saltitos. La madre, cada cierto tiempo, miraba hacia atrás y les decía que fueran más deprisa.

La acera por la que bajaban se terminó, pues sólo llegaba hasta la iglesia y su plazoleta. Cruzaron hacia la acera por la que caminaba yo abstraída en mis pensamientos: las minúsculas botellitas verdes del aceite que me gusta y compraría en el supermercado, los cuadernos de una diseñadora a la que admiro y que hace años usaba para tomar notas, apuntes, ideas, versos...

La madre y las niñas me adelantaron. Una de ellas, con su mochila a la espalda, me pareció translúcida y me arrancó del ensimismamiento.

La miré y observé intentando descubrir el efecto óptico que me había causado la impresión de transparencia. La niña llevaba puesto un conjunto de mallas cortas y camiseta haciendo juego. Las prendas eran de color carne con pequeños dibujos que, desde la distancia y sin gafas, no distinguía. Pero el efecto era de transparencia.

Recordé que una escritora a la que admiro, había hecho un "manifiesto" en contra del color carne en su blog. Estoy de acuerdo con ella, me dije. Y adelanté a la niña transparente para cruzar la avenida.





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