jueves, 19 de diciembre de 2024

SOY UNA MUJER MALTRATADA

 

Me llamo Dunia y me gusta contemplar el mar y las montañas con sus cimas nevadas.

Estoy presa en mi propia casa, muchas veces me planteé llamar al cero dieciséis pero nunca supe cómo contar mi historia.

Mi ex pareja continúa persiguiéndome y manteniéndome bajo el terror. No se lo puedo decir a nadie, porque nadie me creería.

Soy como un perro en una jaula. Un chip me ata. Ramón es ingeniero informático. El chip me fue implantado en una consulta odontológica. Sentí algo extraño, lo dije y el endodoncista me dijo que él no me había pinchado. Fue en la cabeza y desde entonces mi vida se convirtió en un infierno.

Durante un par de años fui de consulta en consulta médica, visité las urgencias en varias ocasiones, los dolores no cesaban con nada. Algunas veces esos dolores duraban 48 horas seguidas sin ningún descanso, sin ningún alivio. Las cefaleas me paralizaban. Finalmente un neurólogo me diagnosticó cefalea de origen inespecífico. Un día esos dolores desaparecieron y aparecieron otros nuevos. También tengo un acúfeno que a veces no me deja oír. Dejé de ir al médico y escuché atentamente los movimientos del otro lado de la pared. Que durante un tiempo largo fue agujereada por un taladro en diferentes puntos. Llegué a pensar que podían taladrar hasta mi pared.

El sistema es ideal para los maltratadores que disponen de bastante dinero. El chip se activa a distancia. Es difícil hallar a un culpable y denunciarlo. Está cerca. Es peligroso.

En ocasiones he pasado mucho miedo. No me acostumbro a vivir de esta forma. Aunque nadie lo sabe, siempre estoy muy triste. Me he quedado sin amigos. No puedo concentrarme en sus conversaciones. Mi actitud estrambótica los ha alejado. Quién me iba a creer lo que pasa?




lunes, 16 de diciembre de 2024

LINDOS SUEÑOS

 



"Cuéntame un cuento y verás que contento me voy a la cama y tengo lindos sueños"...
(Celtas Cortos)



Etérea, la nube cabalga en el horizonte. Solitaria, contempla a las gaviotas revoloteando sobre un cardumen plateado. El viento la empuja como a una niña prendida a una cometa de mil colores. Va siguiendo el rastro de plata hasta las rocas, allí esperan más aves. El mar agitado le enseña un peinado de espumas. Te muestro el cuadro viviente. Otras nubes de más allá del horizonte se acercan a completar la estampa.

De allende los mares llegó un ogro malo. Vaga por la orilla de la playa a la espera de tu mensaje amoroso. Es el ladrón de los sentimientos que no le pertenecen. Las novias, vestidas de negro, apostadas en las rocas, son presas de la desesperación.

Y ahora, cierra los ojos y duerme el sueño de los justos, mientras las hadas practican su magia.

Las olas esculpen con sus dedos los pasos en la arena. Se han guardado en sitios recónditos los bellos presagios. Una estrella de mar repta sabiendo que por fin has tenido bellos sueños. A lo lejos los delfines brincan.

Todo ocurre mientras sueñas. Que nadie te robe más tus fantasías. Despertarás brillante, con sed de buenos augurios, con un puñado de amor en cada mano, azul como el telón de la noche, exenta de las palabras que te angustiaban, con una mirada suave hacia el infinito donde residen los sortilegios... Estás ahí, mírate, mírame, en el espejo como Alicia.








miércoles, 11 de diciembre de 2024

VIGILIA

 


La luz lleva la noche en su nombre. No se cierran los ojos de la hoguera. Luna, como moneda, se introducirá en la alcancía de la vigilia. No me quiere, balbucea. Sólo transita por la madrugada con un apelativo en la garganta. Elogiarme a las cinco y querer destruirme a las ocho con un reclamo noctámbulo.

Usé los guantes nevados evitando las huellas en su rostro. Su boca sorda me menciona. Descubre un atajo que no lleva a la muerte. Lo dirá cuando por fin encuentre los vocablos que se aferran a la vida.

Niega sus fechorías y su poder para ejercer en las horas fantasmales.

Pero la mañana no es suya, sueña hasta tarde mientras la noche se va escapando.

Pretende anular la memoria porque no acepta que tengas un pasado ni un presente ni un futuro. Elude el rechazo y el buen sentido de quienes lo frenan.

Su vivir es patológico. Diría sin temor a equivocarme que su etiqueta es una psicopatía. Sabe el No gigantesco, él es el único que se arroga un Sí contra la voluntad de su víctima.

Un ápice de oscuridad ilustra la aurora. Las aves inauguran la jornada.




martes, 10 de diciembre de 2024

NO SERÁS TÚ



Acuno a una frase lánguida recostada en la cumbre de la tarde. Qué me cuenta? De nada sirve, ya sabes que estoy prisionera. Los sentimientos no importan al verdugo.

Salí a respirar el frío que anuncia el invierno, mi cuerpo tembló y acusó a la memoria: era libre y podía recorrer cada pensamiento, cada estribillo de mis canciones, cada sueño certero, cada recuerdo, cada imagen, cada mano tendida... Vivía en un susurro constante, en un presente activo y esperanzado.

Despertar sin conciencia, una boa apretando el pulso. Mi derrota es una victoria aunque no sanen las heridas. Lejos, muy lejos de él. La letra fue del amor y ahora es de su contrario con el propósito de curar.

Las manos atadas y en el hueco una oración. Nunca voy a aplaudir sus acciones, nadie respeta al que roba.

Miradas escondidas, súplicas burladas...

Remolino. El viento. El vino. Vino él? Convino. Un comino. No importa. Una letra. Mi impronta contra su malvada treta. No duerme. Muerde, perro, en la muerte.

Sacudo la botella del mensaje, puede que sea bueno agitar las palabras. Decepcionante. Son quejas a mansalva, lamentos, alaridos y el dolor como sedimento. Mírame y sigue con tu herramienta achicando el agua del naufragio. Es un momento de vacilación, de lento tormento, de adiós infinito.

Sisea. La sierpe quiere arrebatarme la calma. Elegí y mi sed lo proclama. No estás. Estoy y no serás tú.






sábado, 7 de diciembre de 2024

NACIÓ EN GHARGHAJKO DE LOS CHAGJFRES

 


Alteró mi existencia fabricando un patíbulo.

Cuando está suenan las paredes, aparecen jaulas con cotorras, añoro su ausencia, me molestan las aves, su gesto libre y recuerdo mi libertad y a quién me dejó disfrutarla.

Efímero instante en el que mi ser habló, fuera de la prisión y sus marcas.

Es tan bruto que no lo sabe.

Detesto sus herramientas y sus manos dispuestas al daño. A sus espaldas vienen latidos y se abren las posibilidades de volar.

Mi felicidad depende de su ausencia.

Se esconde, es cobarde y sólo detrás de una pared muestra sus garras. No es un animal, yo amo a los animales, es un ser humano maligno.

Molesta, siempre molesta.

You make me feel so free.

El silencio abre su puerta. Mi ventana da al mar. Mis ojos le ven arrimado a una farola como si intentara sujetarla y el día se vuelve oscuro, bajo miles de alfileres que se clavan en las nubes.


Mis palabras son urgentes. Querría reírme pero no puedo.

Qué sentir cuando no sientes nada? Cuál es el límite de sus confines? Qué rodeos hay que dar para alcanzar la libertad? Cuánto dolor es necesario para redimirse?

Le dedicaría un poema escatológico cada mañana. Risas al borde de las lágrimas.

Santa Teresa hablaba de la locura amorosa y Alejandra Pizarnik, extrajo la piedra de la locura.

Y ahora...

Sácame de aquí...

No me digas que esto sólo ha sido un juego para que sus vidas no sean tan frustrantes. Sólo tienes que hacerte cargo de los restos del naufragio y devolverme todas mis llaves.

Yo, previsora, comienzo a decirte adiós.





viernes, 6 de diciembre de 2024

PAISAJE URBANO



La silla avanza hacia el objetivo, la señora que va en ella sonríe, seguramente le gustan las fotos. Imagino que al llegar a su casa rescatará sus álbumes de juveniles recuerdos.

Unos minutos más tarde el joven de bermudas verdes mira a la cámara indagando. Lleva una mochila negra y va consultando su móvil. Al pasar a mi lado se para unos segundos y dice: "No me gusta que me hagan fotos". Luego sigue su camino, bastante despreocupado. El tiempo juega a su favor y se detiene a hacer una foto también.

Me muevo unos pasos y cambia el ángulo de visión. En un balcón un perro labrador observa. Entra en la casa como si alguien lo hubiera llamado. Posiblemente salga a dar su paseo, se oye un lejano ladrido señal de alborozo perruno.

Localizo con la cámara la última foto del día. Otro balcón, éste con algunas macetas de geranios y una mujer sentada en una silla. Lleva puesto un delantal blanco sobre su ropa. Está cerca, ve la cámara y me saluda con la mano amistosamente y así se convierte en mi última foto de un día soleado de tibia temperatura. La colgaré en Facebook esta tarde. 



sábado, 30 de noviembre de 2024

CARTAS DE FAMILIAS: la abuela esquimal dice:


 


Hace mucho frío, a pesar del sol que se refleja en la explanada frente al iglú, no lo noto, mi abrigo de pieles curtidas por mí mantiene el calor de mi cuerpo.

Estoy preparando una piel para confeccionar un chaleco a uno de mis nietos. He enseñado a mis hijos a trabajar las pieles, pero a veces yo misma les preparo alguna.

El tiempo de las nieves ha fluido muy rápido, mi pelo era negro y fuerte, difícil de sujetar en su sitio, los años lo han convertido en una débil capa blanca que abriga mis orejas. A mis nietos les gusta el color blanco que se asemeja a las nieves de nuestro territorio.

Vivo sola en mi iglú, mi compañero murió hace diez veranos, en pleno deshielo. Ahora, alguno de mis nietos, suele venir a pasar la noche conmigo.

El mar está cerca, es la poesía de esta fría tierra de osos polares y trineos tirados por perros. Nos habla a través de los ojos y escamas de sus peces, que son también alimento. He visto en uno de ellos, hace veinte lunas, mi casa vacía y las lágrimas de mis nietos. Pero no será triste, apenas será un cambio. Mi espíritu volverá.


miércoles, 13 de noviembre de 2024

PUERTAS Y VENTANAS LIBRES

 


No hay una única puerta, además están las ventanas, la habitación me incluye en el silencio cerrado y gris. Abriré cada una de las puertas y cada una de las ventanas, eludiré ese silencio y daré entrada al sonido.

Por una de las ventanas se acerca, libre, una canción que de alguna manera me nombra. Las palabras amigas construyen un hilo que sigo y salgo a la luz brillante y rosa de un atardecer despejado. Camino por la orilla de espuma y veo cómo la tarde saluda en despedida al sol.

Ya he salido. Ya miro los diferentes paisajes que conforman este espacio abierto, donde la ventana es un horizonte, un lomo de agua al que seguir y alabar. Un posible sendero libre.

En el rostro de la playa se dibujan sombras de huellas que ya partieron hacia otro mundo. Cuántos mundos probables a donde dirigirse, cuál de ellos se ajusta a los principios de la libertad a la que aspiramos: todas las puertas abiertas, todas las ventanas un paisaje.



jueves, 7 de noviembre de 2024

EL MUÑECO DE LAURA

 


Éramos niñas y compartíamos habitación. El muñeco de Laura, su pequeño tesoro, tropezó conmigo y con mi miedo. Era de goma y lo colocaba por la noche sentado en la base de la lámpara de la mesilla situada en el medio de las dos camas. Su cabeza casi transparente reposaba bajo la luz, donde resaltaban sus ojos eternamente abiertos y burlones.Yo veía su demoníaca boca presidiendo mis inevitables pesadillas en las que aquella desdentada abertura me atacaba y mordía mi cuello como si fuera un vampiro. De esa boca, entreabierta en una sonrisa cruel, colgaba un hilillo de sanguinolenta pintura.

Le había comentado a Laura mi aprensión con respecto al infernal aspecto de su muñeco y le había sugerido poner otro u otra en su lugar, a lo que Laura se negó.

Un día en el que el monstruito estaba solo en la habitación, Laura había salido con nuestra madre, vi mi oportunidad: salvarme de mis sueños tétricos y cambiarlos por plácidos sueños.

Tomé entre mis manos al culpable de mi terror, lo tiré al suelo y le di unos cuantos pisotones. Su cabeza se resquebrajó. Cuidadosamente lo devolví a su sitio y pensé, feliz, en mi liberación nocturna.

Sin embargo, a pesar de la fractura que había padecido el muñeco, hecho que había provocado las lágrimas de Laura, esa noche el endiablado muñeco volvió a sentarse bajo la lámpara y ahora lucía mucho peor que antes. Las fracturas en la cabeza de aquel diabólico objeto, que había dejado de ser un simple muñeco para convertirse en un espectro, mostraba el interior hueco e iluminado de forma sugestiva. Como consecuencia de la contemplación del siniestro muñeco mi piel se erizaba.

Siempre me dormía pensando en hacerlo desaparecer.




viernes, 1 de noviembre de 2024

TRAICIÓN


La luz muestra la antesala de la noche. La voz que te esconde es la misma de antaño, el intruso no me entiende. Así, juego con el mosaico de los vocablos y me sostengo en la respiración apaciguada de las imágenes que te cuentan. Busqué en los resquicios del silencio y te encontré moderando los discursos de la lluvia. En el vaso tu injusta condena al borde de una colina seca y ardiente.

Detengo los brillos del paisaje en el centro de mis ojos y te miro y admiro tu obra.

Nuestros enemigos reptan por el barro como sierpes indignadas, descosen las costuras del suelo y no saben que se acercan al abismo. Es inútil advertirles del precipicio y las mutaciones del alba. No has querido sumarlos a las auroras, pero ellos se han entregado al falso orgullo y enumeran los desaciertos de sus nombres incandescentes.

La hora demoníaca les traiciona, el amor huye por el sendero de la paz.




jueves, 31 de octubre de 2024

EL VIEJO PATIO


Cuando se apagan las voces en el viejo patio, danzan las macetas con sus verdes y rojos hasta la fotosíntesis. La savia eres tú, trepando, trepando por la pared blanca como un silencio mudo, hasta alcanzar la cornisa, sede de los gatos nocturnos. Has venido a verlo, a cerciorarte de que soy yo con mi voz de ahora y tal vez la de siempre, solo que más grande en tamaño.

Nada detiene el baile otoñal ante tus ojos incrédulos. Florecen las palabras y los recuerdos, algún vocablo fertiliza su crecimiento. Escalofrío. La mano helada repasa las vértebras, ese camino de hormigas que ya nadie pisa y sostiene al cuerpo descendiendo por la pendiente de la decadencia.

Ahora hago nudos en las frases para no olvidar la importancia o la poca importancia de lo dicho. Saboreo mi café atezado en la tarde, cuando sé que el recorrido va a ser este punto tan alejado de auroras boreales y glaciares.

Soy de la remembranza del círculo, al norte, al filo de las montañas y los bosques, me fundo en el paisaje y aprendo a nadar en los lagos de hielo, a vista de pájaro. Ave que consiente la distancia alejándose del suelo y de las copas de esos árboles. Soy enorme pulsando el lomo de la nieve mientras el vuelo amenaza nubes estrictas de un día despejado. Nadie menciona el culto a la  naturaleza que nos hace habitantes terrenales, nadie dice de su furia arbitraria. Todos hablan de la culpa como en una ofrenda ante el ara después de lo terrible. Imitan la violencia del clima desde sus sillas resguardadas, mientras se descubre el paso de la parca bajo los escombros.

El viejo patio duerme.


 

viernes, 25 de octubre de 2024

SPA




Con las bolsas llenas entro en la cocina, meto los alimentos en la nevera y, sin terminar de colocar la compra, me voy. Abro la puerta con un ademán de rabia, como si King Kong hubiera venido a verme directamente desde la isla Calavera. "Ya está bien", me digo, "me voy al spa".

A esa hora no hay nadie, me meto en el agua de ideal temperatura, olfateo para colmarme de ese aroma que planea en el aire y escucho los sonidos relajantes. Esta soledad adquirida me lleva lejos de las obligaciones domésticas. El color melocotón de las paredes, me recuerda al paisaje desértico de Zagora en Marruecos. Era joven. Fui con mi amiga Ángela y nos sentíamos sumamente relajadas. Respiro hondo como si quisiera agotar el aire de la sala. Recuerdo la jaima orientada al oeste, desde donde vivimos uno de los atardeceres más hermosos. La mañana siguiente amaneció sobre los lomos de los camellos descansando. Tomé un café observándolos antes de iniciar el regreso.

El dibujo de la pared, abstracto, me traslada al paisaje urbano de la capital, siempre visitada y alborotada. El estrés ponzoñoso como ahora. Sólo tengo estos instantes aromáticos y debo trazar un plan que me permita vivir relajada, en paz. Y soñar que me elevo por encima de responsabilidades y contratiempos.

Me cuesta volver a casa, pero estoy dispuesta a cambiar las cosas. Una de ellas: iré más a menudo al spa.

 

miércoles, 23 de octubre de 2024

CONTRATIEMPO

 

"Aquí, la muerte es amarilla como el sabor del pan." Julio Llamazares.




Desde este contrariado contratiempo pongo mi afán en el olvido. Destiempo para pensar en los sentimientos que acuden. Soy contrariedad a ratos, lo que sucede no se puede detener, es la ley de la naturaleza. Sólo cabe reflexionar de forma positiva sobre lo que está ocurriendo. Se está yendo. El reloj de arena agota sus granos hora a hora, elaborando una despedida que no deseo triste, sino como el fin de su etapa vital cumplida con creces.

Os hablo poco y muy despacio desde que tenemos conocimiento de lo que sucede. Estoy preparada, aunque contrariada porque el hecho que va a tener lugar no se puede evitar, pero lo acepto. Y os hablo de lo que siento. Y me habláis de cómo os sentís vosotras.

En algún lugar de este sendero está también nuestra parada, como si bajáramos de un autobús en un sitio desconocido y nos costara cierto tiempo orientarnos. Pero eso lo dejaremos al sueño, que agita sus hilos nocturnos.

Ahora estamos sentadas en una sala de espera donde predomina el blanco y conversamos en voz muy baja. Murmuramos, aunque no es necesario. El ocaso de su vida baja nuestro tono de voz, vosotras también estáis preparadas, el contratiempo nos ha proporcionado espacio para la aceptación serena. Porque todos partiremos cuando llegue nuestro instante.

Él también se irá pronto, la edad ha construido un castillo de naipes cuya dimensión va cediendo a la ley gravitacional. Sus paredes están desmoronándose poco a poco. Los cimientos fallan en su equilibrio cotidiano. El sol lo llama y él retrasa su llegada.

Todas las vidas disminuyen. Desde que nacemos somos temporales y caminamos contra el tiempo.





miércoles, 16 de octubre de 2024

SOLEDAD Y SILENCIO

 


"El mundo cambia. El silencio se extiende. Quién te escucha?", Kjell Askildsen.


Ella piensa que la oyen y algunas veces lee en  voz alta pasajes que le parecen excepcionales. Comparte con su espejo secretos hallados azarosamente en su pensamiento... Sí, también, se dice y sigue su discurso para nadie o para ella misma. Leyó, hace años, que era bueno oírse, no perder el contacto con la propia voz. Después, se encontró con que no era la única, en el mundo del silencio, que hablaba sola. Eso. En soledad. No sentía miedo en esa soledad porque la acompañaban sus lecturas, conversaciones telefónicas, encuentros con amigos, el cine... Así, tenía la oportunidad de compartir su solitaria existencia.

En algunas ocasiones el silencio se apoderaba de las horas bajas, repletas de dudas existenciales. Alzaba, entonces, una plegaria sanadora, como un cuento con final feliz y funcionaba, el mundo cambiaba con más lentitud y le daba tiempo a seguir sus innovaciones. De este modo, se reconciliaba con la velocidad de los acontecimientos, que pretendían apartarla del camino.

Un camino para todos, la vida sin más con sus grandes y minúsculas singularidades. Ella dice hechos benignos y hechos dolorosos, hechos que vienen a destacar la soledad y hechos que dan fe de la bienaventuranza que significan la amistad y el amor de nuestros seres queridos.

A ratos el silencio se distrae con voces de otras casas. Son escenas contiguas, contrariando la calma de su lugar. En ocasiones, el remedio son los auriculares y la música, piensa ella. No se inmuta hasta que un Goliat delinque y trata de entrar en su intimidad. Ahuyenta el miedo en los confines de una película y lo ignora.

Para qué digo todo esto?, se pregunta. Tal vez para que no se extienda el silencio.





sábado, 12 de octubre de 2024

UNA DE LAS DOS PATALETAS



Pasillo, sala y cocina. Los hechos se desarrollaron en esos tres lugares. Tenías en torno a los tres años, no lo recuerdo exactamente. En la casa solo tú y yo y nuestras respectivas imaginaciones siempre en danza.


Estábamos en la sala, justo al lado de la cocina, jugabas en el suelo rodeada de juguetes. Te gustaba jugar con niñas y niños también, no obstante poseías suficiente fantasía como para jugar largo rato sola. Y eso hacías, mientras yo leía sentada en una de las sillas de la mesa camilla. Creo que las madres adquirimos en el parto un sentido extraordinario que nos permite concentrarnos en una tarea y al mismo tiempo estar vigilando los juegos de los hijos.

De pronto se te ocurrió pedir algo, era algo que no podía ser en ese momento, y era algo poco importante porque no lo recuerdo. Insististe. Te expliqué por qué no era posible en ese instante. Volviste a insistir. De nuevo te expliqué por qué  no podía ser. Te tiraste boca abajo en el suelo llorando y pataleando. Intenté calmarte sin resultado. Entonces cogí mi libro y me fui a la cocina, me senté a la mesa frente al pasillo, desde donde oía perfectamente tus patadas en el suelo y tu llanto. Pasaron unos minutos y entonces te levantaste del suelo y viniste al pasillo frente a la cocina, te tiraste en el suelo y seguiste con la pataleta. Yo seguí leyendo. 

El volumen de tu llanto se elevaba cada vez más, pero era más bien un llanto seco. Se me ocurrió cerrar la puerta de la cocina para dejarte aislada en el pasillo con tu rabieta. Pasaron unos minutos, te levantaste y abriste la puerta de la cocina. Seguidamente te volviste a tirar en el suelo e iniciaste el llanto de nuevo, amenizado por las patadas en el suelo. Retuve un amago de risa.

Comprendí la situación, me levanté fui hasta donde estabas, muy cerca de la puerta de la cocina, y comencé a dar órdenes de finalizar semejante pataleta. Creo que te amenacé con algún castigo. Mi tono de voz era firme y bastante alto. Empezaste a reaccionar y poco a poco cedió el llanto. Dejaste de patear el suelo. Te pedí que te levantaras y obedeciste. Al poco rato estabas jugando tranquilamente otra vez. Y yo volví a mi lectura junto a la mesa camilla.

Ese día aprendimos las dos. Tú, a recibir un no por respuesta. Yo, a armarme de paciencia.




martes, 24 de septiembre de 2024

LUCIÉRNAGAS



Esther miró hacia el jardín por la ventana y pensó que estaba bastante descuidado. Fernando revolvía en los cajones de la cocina, le llegaba el eco de esos sonidos. Buscaba un sacacorchos. Le habían recomendado una nueva marca de vino tinto y se disponía a preparar unos aperitivos para probarlo. Pero primero tenía que abrir el vino y dejarlo un rato para que respirarse. Dicho así a Esther le causaba gracia, cómo podía un vino respirar. Mientras pensaba esto seguía mirando al descuidado jardín. Tendría que arreglarlo un poco, sobre todo aquel rincón donde él descansaba. Ella se encontraba bien, salvo por ese persistente amago de tristeza. Quizás si arreglara el jardín ese sentimiento desaparecería.

Fernando entró en el salón con una bandeja donde reposaban dos copas de vino, un platito con unas lonchas de queso curado y una cestilla con un poco de pan. Esther se acercó a la mesa donde Fernando había posado la bandeja. Te va a gustar, le dijo Fernando, y te vendrá bien, a ver si así te animas un poco. Ella pensaba que aquel estado era solo cosa suya, le sorprendieron aquellas palabras de su marido. Obvió su comentario y cambio de tema.

Te has dado cuenta esta noche?, le dijo Esther, un perro pasó parte de la noche aullando y ladrando, tal vez sea nuevo en el vecindario. No oí nada, respondió él. Pues los aullidos y ladridos venían de muy cerca de nuestra casa, aclaró Esther.

Qué te parece el vino?, le preguntó Fernando cambiando de tema. Muy bueno y el queso también, contestó ella. De verdad no oíste nada?, insistió Esther. Ya sabes, cariño, que una vez dormido se puede derrumbar la casa que yo no me entero. Pues yo lo oí perfectamente, terminó sobre las tres de la madrugada y los ladridos y aullidos se parecían mucho a los de Pipo, debe de ser un Labrador como él. Pondré atención esta noche, dijo Fernando, a ver si vuelve a suceder. Espero que no, dijo Esther, esos ladridos y aullidos me pusieron muy nerviosa, casi no pegué ojo en toda la noche.

Esa noche Esther volvió a dirigir su mirada hacia el rincón del jardín. Estaba muy oscuro, hasta que unas tenues lucecillas comenzaron a revolotear en círculo sobre el rincón. Aquellas lucecillas eran luciérnagas. Recordó a Pipo jugueteando con ellas, saltando y  levantando sus patas intentando cazarlas. No lo lograba pero le divertían aquellos juegos. Esther se despidió de Fernando que veía una película en el salón y subió al dormitorio. Tenía mucho sueño ya que la noche anterior la había pasado prácticamente en blanco.

A Esther le sorprendía que las luciérnagas revolotearan justo en aquel punto del jardín, que era donde estaban enterradas las cenizas de Pipo, su precioso Labrador.

Se metió en la cama con el libro que estaba leyendo y pensó en los ladridos y aullidos de la noche anterior. Esperaba que no se repitieran. En ese preciso instante comenzaron. Se levantó y bajo al salón, quería saber si su marido también los escuchaba. Se encontró a Fernando concentrado en la película que estaba viendo. Apartó la cortina y vio a las luciérnagas en el rincón del jardín, los aullidos se hacían cada vez más intensos, como si salieran de ese mismo rincón.

No lo oyes?, preguntó a Fernando. Él no la oyó. Se le acercó le tocó un hombro y le dijo: Fernando, escucha los ladridos y aullidos que vienen del rincón del jardín. Fernando se levantó y se acercó también a la ventana, entonces oyó los ladridos y aullidos y vio a las luciérnagas. Los dos salieron al jardín con intención de ahuyentar a las luciérnagas. Lo lograron, las luciérnagas salieron del jardín. Y los ladridos cesaron.

Era Pipo, dijo Esther. Esa noche descansó, nadie ladró en el jardín. Las luciérnagas no volvieron.








sábado, 14 de septiembre de 2024

ESTAMOS VIVOS


Tienes que soplar la vela.Y ahora mírame a los ojos, estás viendo el color de la oscuridad. Ha sido un camino largo. Dime, dónde estás corazón? En esta oscuridad es difícil adivinarte. La luz de la linterna roja viene a mi pensamiento. Esa película que una vez vimos juntos. El tono gris de toda la película y la linterna roja alumbrando la puerta de la concubina. Sí, ha sido un camino largo desde entonces, pero estamos vivos, hemos superado las barreras y ahora eso te produce alegría. A mí también me alegra, por supuesto. Mis manos también han cambiado, sus aleteos son otros, aunque muchas veces dicen lo mismo que entonces. Los momentos vacíos son oportunidad y circunstancia adecuada para las palabras que no se pronuncian cotidianamente. Discursos de estancia eventual, carentes de compromiso o contrato firme. Solo sé que estamos vivos y que debíamos de regalarnos los vocablos de una ficción que nos incluyera a ambos. Por eso hemos apagado todas las luces, para brillar nosotros al fin... en esa oscuridad impenitente. La linterna roja vendrá a rescatarnos de este abismo, o tal vez nos veamos en las imágenes de Las invasiones bárbaras. Nos acercaremos gracias a los chispeantes diálogos y los imitaremos porque nos sentimos como ellos. Seremos "nosotros", una palabra para los dos. Y nos sentiremos más vivos todavía. Enciende la vela, corazón, dame tu mano indulgente, que se está avivando la llama. Es hora de abandonar la causa oscura de ese túnel silente y sin salida. Estamos vivos, tenemos la luz de nuestras miradas. Salgamos a la calle a respirar nuevas ocasiones.



 

jueves, 12 de septiembre de 2024

MI PEQUEÑO GUANTÁNAMO

 



Este texto apareció entre sus documentos. Sabía que iba a morir y de ese desafortunado estigma viene su escrito. Su diario lo confirma, él la perseguía y ella no halló manera de escapar. Su narración proviene de los años en los que vivieron juntos.

"Casa, encierras mis temores. Pasillo maleable dilatándose hacia el fin y a lo ancho angosturas. No caben dos figuras desanimadas. Mis huellas en el triste suelo donde cayeron las palabras infernales.

<<Tímpanos temblorosos colmados de latidos, una incierta certeza: ya no oigo sino su inmensa culpa, rastrera raza su linaje de opresores.

<<Soy presa de su maldad. La ventana no se cierra a la Luna para siempre.

<<Cuando está él, es todo oscuro. Añadido al zumbido que como mil insectos se comen mi paz. Le temo y le odio, me hace pensar en la muerte.

<<La habitación, el lecho...: muebles. Nosotros somos las estatuas mal avenidas, él es malo, sanguinario, torturador...

<<Mis días en esta casa son sufrimiento. El mal que hace se lo está llevando a él también, solo que él no lo sabe. Cree que su casa es un refugio y es un búnker para psicópatas."

Evidentemente no llegó a terminar el texto, que unido a su diario daban cuenta de cuál era su realidad y lo mal que lo había pasado. Tanto sufrimiento no tuvo recompensa. El psicópata no era un asesino, aun así fue culpable de su muerte.

Ella también había sido la autora del título, que pretendía resaltar el significado de sus palabras.






martes, 10 de septiembre de 2024

EL MANUSCRITO




Le ardían los ojos como si acabara de llorar, sin embargo no había derramado ni una sola lágrima. Estaba triste, es cierto, un nudo le ataba la garganta y el llanto le haría bien, pero no había llorado. Todavía era pronto para superar la muerte de Ariadna. Aquella no era una tristeza trágica sino una tristeza suave, algo edulcorada. Esa mañana la calle le pareció menos poblada, los coches, en cambio, daban la sensación de ir más veloces.

Había cerrado la puerta de su casa con un fuerte golpe, como si todo lo que allí se guardaba necesitase una confirmación audible. Fue una reafirmación sonora y rabiosa. Seguidamente pensó a quién le importaba que ella saliese de su casa o lo que quedaba dentro. El manuscrito tal vez, con sus fórmulas misteriosas podría interesar a alguien. Supuestamente nadie lo sabía, solo ella. No había hablado del manuscrito con nadie.

La experiencia no le correspondía, el relato hablaba de otra persona, ni siquiera las fórmulas eran suyas. Había heredado de Ariadna tanto la historia como las fórmulas. Ariadna había sido su amiga desde la infancia, lamentablemente una infame enfermedad se la había llevado antes de tiempo. Cada tarde del último mes de su vida fue a visitarla y Ariadna aprovechó ese tiempo para relatarle la historia.

Le habló de Sole durante todo aquel ingrato mes, treinta días de esfuerzo por su parte para regalarle aquella narración.

Sole vivía en la parte baja de la ciudad, apartada del perímetro de los edificios, en un lugar que todavía parecía un pueblo en miniatura. Su casa era minúscula, como todas en aquel entorno. Era una construcción de ladrillo rojo y cemento. La casa consistía en dos habitáculos y un pequeño porche en el que había una silla y una diminuta mesa. El conjunto no era bello, pero sí armonioso.

Sole era curandera, como los chamanes de otras civilizaciones. Su rostro era redondo y dulce, de azules ojos lánguidos. De una estatura acorde a las dimensiones de la casa y una sonrisa que inspiraba confianza.

Era curandera desde siempre, como toda su estirpe femenina. Los emplastes los había compuesto cuando solo tenía quince años. Los había probado con su familia y daban buenos resultados. Al abuelo le había curado una profunda llaga en la espalda, aplicándole el emplaste cada día durante una semana. Su fórmula era una de las que figuraba en el manuscrito. Había decidido escribirlo con fines terapéuticos. Sole había confiado sus fórmulas a Ariadna y Ariadna se las había confiado a ella.

Tenía que buscar una persona que estuviese interesada en la curación de las heridas y en la reconducción de los espíritus vagabundos. Porque además de las fórmulas para los emplastes, Ariadna le había legado unas plegarias que ayudaban a los espíritus a llegar al camino final.

Por la tarde se había citado con Sole en su minúscula casita, siguiendo las instrucciones de Ariadna, para contarle que el manuscrito estaba terminado. Sole la recibió vestida de blanco. Ella vestía de color negro y ese hecho le recordó el yin y el yang. La sonrisa de Sole la calmó, se sentía un poco tensa. Todo lo que sabían una de la otra lo sabían por medio de Ariadna, no obstante, Sole parecía saber mucho más de ella. Había preparado una tisana, a la que llamó tisana de la amistad. Recordó una de las fórmulas, estaba en el manuscrito. Sole sacó una silla al porche y ambas se sentaron a la mesita en donde reposaba la tisana. Trajo del interior también dos tazas preciosas.

Sole le habló como si la conociera de siempre. Ya tenemos heredera, le dijo. El manuscrito ya tiene propietaria. Cómo la has encontrado? le preguntó. Me la trajo su propia madre, contestó Sole. Creía que su hija estaba poseída por un espíritu extraño o por el mismo demonio. Dijo esto y se rió alegremente. De qué manera supiste que era la heredera?, la interrogó. Le di a beber la tisana de la claridad de pensamiento, su madre se había quedado en el porche esperando. La chica me contó las cosas que le ocurrían, habló durante media hora seguida y se sintió muy cansada pero también muy relajada. Me sonrió como si hubiera parido algo nuevo. Le expliqué que tenía un don, que no era malo sino todo lo contrario. Le pregunté si quería hacerse responsable de tal cualidad. Si lo haces, tendrás que usarlo para el bien de los demás. Y ella dijo que sí. Luego se lo expliqué a su madre de forma que lo entendiera y no lo rechazara. Ahora viene una vez a la semana a aprender conmigo. Ya casi está preparada, es hora de que le entreguemos el manuscrito.

Al día siguiente por la tarde se presentó en la casita con el manuscrito en su bolso. Sole la recibió con un abrazo. Ella le entregó el manuscrito. Y cuando Sole se lo dio a la chica se cerró el círculo chamánico.




 

jueves, 5 de septiembre de 2024

CARACOLES AL PODER



Se habló del tiempo, claro, a los postres nadie pudo resistir la tentación de quejarse por la falta de lluvia. La sequedad del césped, las uvas que no maduraban en su tiempo... Para colmo la huerta estaba cubierta de caracoles, una plaga desconocida. A ellos nunca les había pasado. Que llueva de una vez!!!, exclamó Pedro, el dueño de la casa. Según Pedro necesitaban una mágica lluvia que ahuyentara a los caracoles y alimentara el verde. Vera, su mujer, repitió la frase secundando a su marido.

Alicia dejó la mesa en el segundo café de pota con gotas. Había cogido su mochila rosa, color chicle bazooka, y salió caminando por la finca hasta el sauce. Las cenizas de su madre estaban allí, al pie del sauce. Su madre, antes de la muerte, le había enseñado algunos trucos. De ella había sido el frasquito azul con tapón de oro.  Le había explicado que el contenido del frasquito era para usos diversos y mágico. Ella lo había abierto había mirado en su interior y el frasquito estaba vacío. Su madre insistía en que el contenido era muy poderoso. No debes derrocharlo, no es inagotable y solo se usa para casos importantes, le había advertido.

Pedro la observó desde la ventana del comedor y la dejó hacer. Él sabía que Alicia había heredado ciertos dones que poseía su madre.

Alicia sacó de la mochila rosa el frasquito azul con tapón de oro y apoyó la mochila en el tronco del sauce. Con el frasquito en la mano se acercó a la huerta. Una vez allí, rezó en silencio y después abrió el frasquito azul y derramó su contenido sobre la huerta.

Recogió su mochila color chicle bazooka y regresó a la casa para despedirse de todos. No quiero que me pille la noche en la carretera, se excusó. Salió, subió a su coche y se marchó. Cuando alcanzó la carretera principal comenzó a llover fuertemente.

A la mañana siguiente Vera la llamó y le comunicó que en la huerta no quedaba un solo caracol, habían desaparecido. Ella le dijo, caracoles al poder, pero en su territorio.




domingo, 1 de septiembre de 2024

PRESAGIOS




Se aproximan lluvias, decía mirando al cielo nublado. Además se quejaba de que le dolían algunos huesos y músculos. Siempre que eso pasaba, llovía. Tengo que comprarme un paraguas, añadía como otra costumbre más del discurso profético. Explicaba que el paraguas que tenía se lo había roto el viento del último temporal. Después de decir esto se quedaba ensimismada mirando al vacío.

Nosotros la escuchábamos, como siempre, sin hacer ningún comentario. Evidentemente las nubes eran muy oscuras y todo llevaba a pensar que llovería pronto. A la abuela Carmen le era innecesaria nuestra opinión, la experiencia la había convencido de que su cuerpo era un buen barómetro.

Decían en el pueblo que la abuela Carmen era un poco adivina. Cuando era joven una de las cosas que había presagiado fue la plaga de caracoles. Lo dijo una tarde en reunión con sus amigas, en la que tomaban una copita de anís con pastas. Dijo: no hago más que soñar con caracoles, va a pasar algo con ellos. Las amigas se quedaron perplejas cuando, al mes siguiente, las huertas aparecieron llenas de esos animalitos.

El abuelo Joaquín le decía que estaba harto de sus augurios. Te voy a dar con la boina en la cabeza, le dijo en broma, si no dejas de hacer pronósticos. La abuela Carmen no le hizo caso, una semana después dijo que Herminia tendría un varón y este sería una ilusión lograda. Y efectivamente nació un varón, el cuarto hijo de Herminia después de tres mujeres.

Ahora se sentía mayor y ya no soñaba, había quedado el vínculo climatológico, propiciado por sus achaques, casi exclusivamente.

Otro de los asuntos de los que se ocupaba la abuela Carmen era la visita de los aparecidos, los difuntos venían a visitarla. Solía ocurrir cuando se acercaba a la fuente a coger agua en el atardecer. La señora Amalia se le aparecía todos los viernes. El viernes de cuaresma no se le apareció y la abuela Carmen dudaba de que aquello fuese una buena señal. Ciertamente, ella había ido a la fuente un poco más temprano. El viernes siguiente fue a la misma hora de siempre y allí estaba la señora Amalia. La abuela Carmen le dijo: el viernes pasado no viniste. Y la señora Amalia le contestó: vine, pero no estabas.





miércoles, 28 de agosto de 2024

NOCHES VIOLETA



Las noches violeta eran inmensamente grandes y estrelladas. A ratos abría la contraventana del balcón soportando sus chirridos. Vio correr a un conejo cerca del gallinero, hacían eso, invadían la finca y correteaban toda la noche.

El gallinero estaba vacío y la casa también. Solo estaba él y a veces los niños que correteaban por los pasillos, por lo general las noches eran tranquilas. Podía extender su largo dedo índice y contar estrellas hasta aburrirse. Los niños aparecían durante el día, siempre jugaban en el interior de la casa, como si no pudieran salir, a él le pasaba lo mismo: siempre estaba allí, encerrado.

Esa noche durmió tras contemplar el cielo morado. Pensó en los niños porque la noche era demasiado solitaria y silenciosa. Las noches violeta recurría a sus cigarrillos, se escondía tras el humo. Fumaba y pensaba en que los niños salían de la habitación quemada.

La mañana se presentó azul claro, de un celeste inmaculado. Amaneció en el salón, como siempre. Había un sofá que le hacía de cama, una mesita de centro y dos butacas orientadas hacia el balcón. En el resto de las habitaciones no había muebles, al menos en esa planta. Nunca bajaba a la planta inferior, los niños sí, corrían por toda la casa. Uno de los lugares en donde más tiempo pasaban era el desván. Allí sí había muebles y otros enseres.

Se asomó al balcón y contempló las aves. Parecían de plástico. Piaban y volaban, aún así semejaban aves de jaula. Allí todo estaba de algún modo encarcelado, como si el perímetro de la finca estuviera controlado por la muerte.

De pronto oyó a los niños en la habitación quemada. Gritaban, gritaban dolor. Enseguida les oyó correr hacia el desván. Dedujo que los gritos eran parte del juego y se tranquilizó. Oía sus pasos en el último piso, solían pasar allí horas.

Él había llegado por el bosque y se encontró todo tal cual estaba ahora mismo. Antes del bosque estaba el coche tumbado con las ruedas hacia arriba, los hierros, los cristales y él inconsciente. Curiosamente salió de allí indemne y comenzó
 a avanzar por el bosque. Hasta que encontró la casa y se refugió en ella.


Salió del salón con ciertas reticencias y se dirigió a la habitación quemada. Hasta el espejo era un tizón, el fuego había pintado de negro el azogue. De pronto sintió un mareo y vio las llamas, al otro lado los gritos de los niños y en el umbral los gritos de una mujer desesperada: "mis hijos", "mis hijos"...

Allí anidaba un infierno de dolor.

A partir de ahora los niños podrían verle. Los tres vivían en un mundo paralelo más allá de la muerte.







viernes, 23 de agosto de 2024

TOS

 

Venía detrás de mí. Oía su alarmante tos y sus escupitajos. Me di la vuelta y le miré, era un hombre maduro, sacó de su bolsillo un paquete de tabaco y un encendedor. Se disponía a fumar, a pesar de aquella tos de espanto. Mi mente no pudo evitar augurarle una muerte temprana. Él hacía lo posible.

Como si me hubiese leído el pensamiento me miró con chulería. No me gusta la palabra pero es exactamente lo que pensé. Tosía sin poder controlarlo, aun así levantaba la barbilla, como si estuviese haciendo la mejor obra del mundo, dando una larga calada a su cigarrillo para siempre jamás.

Mi pensamiento se ocupó de otras cosas, la calle en esos momentos estaba casi vacía, iba a tomar café con Lola y llegué al bar con aquellos estruendosos accesos de tos en los oídos. Lola ya estaba allí. Parece que has visto al demonio, me dijo al llegar. He escuchado la tos más espeluznante del mundo, le dije. Qué exagerada eres, comentó. Es cierto y además fumaba haciéndole honores al humo, afirmé. Y a ti que más te da? No me gusta ver como se mata la gente. Otra vez exagerando. Si lo escucharas me darías la razón. Qué ganas de complicarte la vida, no tienes suficiente con los tuyos que tienes que pensar también en los que no tienen nada que ver contigo? Pues ya ves, como si imitara la humanidad de los animales.

Venga ya, déjate de tonterías y apura el café que si no vamos a llegar tarde al teatro, dijo Lola. Vamos a ir en taxi, invito yo, aún nos queda media hora, la tranquilicé.

Mientras terminábamos nuestro café, Lola estuvo contándome anécdotas de su perrito Pichi. Le había puesto ese nombre por el chotis, baile que le encantaba. Y a mí me gustaba mucho que me hablara de Pichi.

Salimos a la calle y nos dirigimos a la parada de taxis de la esquina. Abrimos la puerta del coche y lo primero que oímos fue una tos aterradora. El conductor llevaba puesta una mascarilla. Nos arriesgamos a subir, el trayecto no era demasiado largo. Aquel hombre era el mismo que había tosido detrás de mí en la calle.

Por cierto, la obra que íbamos a ver, se titulaba El enfermo imaginario.





lunes, 12 de agosto de 2024

EL ACCIDENTE

 

Hacía varios días que estaba nublado. A las seis de la mañana se acostó a mi lado. No me gustaba que lo hiciera. Se dio media vuelta y quedó frente a la pared. Hoy tampoco va a salir el sol, dijo. Me levanté y lo dejé con su pesimismo durmiendo, yo ya no podía seguir en la cama, sentía que había invadido mi espacio sin tener en cuenta mi parecer. Siempre actuaba de esa manera como si yo no existiera. Me senté en la butaca. Solía venir cuando estaba inquieto, cuando le invadía la desazón. A veces hablaba durante un largo rato pero otras veces como hoy, simplemente se dormía.

Me contó muchas veces el episodio del coche. Yo casi lo había olvidado. Decía sentirse culpable, que si no fuera por aquellas cañas a deshora, cuando tocaba marcharse sin más. Seguimos, estábamos todos tan contentos... Y después según sus palabras repetidas varias veces, vino lo del coche.

A las siete y media se despertó y se despidió de mí como si yo aún estuviera acostada. Le veía de pie junto a la cama, pero tal vez él envuelto en la penumbra no distinguiera mi figura sentada en la butaca. Antes de salir definitivamente de mi habitación, dijo: me dejaste solo. Me lo había dicho en varias ocasiones.

Atropellamos al niño, tendría unos quince años. Mi hermano intentó esquivarlo, pero sus reflejos no estaban en condiciones y no pudo. Dimos varias vueltas después de caer por el terraplén. Yo solo recuerdo al niño, deslumbrado por los faros. Después perdí el conocimiento. Curiosamente, a pesar de lo aparatoso que había sido el accidente, solo un golpe brutal en la cabeza. Me desperté después de varios días en mi habitación.

Desde entonces mi hermano me visita algunas noches. La culpa fue mía, dice. Le quitaron el carnet de conducir, también lo dice. No se sentiría seguro conduciendo. Además comenta que ahora tiene miedo de ponerse al volante.

Intenté decirle que él no mató al niño, que, al contrario, quiso evitarlo. Pero él parece no oírme. Y no entiendo su reproche, cuando dice que le dejé solo. Si yo sigo escuchándolo cada vez que viene a hablarme.

Hoy por la noche ha vuelto, yo estaba sentada en la butaca como si le esperara. El silencio me aturdía, porque entró llorando sin decir nada. Vino hacia donde yo estaba, hacia la butaca y se sentó. Me levanté de un salto. Me puse frente a él y no dijo nada, siguió llorando.

Entonces, lo comprendí todo. El niño y yo habíamos muerto en el accidente. Y yo me había convertido en un espectro.




domingo, 11 de agosto de 2024

MÚSICA SILENCIOSA



Había matado la negra oscuridad encendiendo la lámpara. Todo adquirió su verdadero perfil. La forma hechicera de los objetos en la noche. Salió a la calle, caminaba como en un sueño, asombrándose de lo que encontraba a su paso.

El afilado cuchillo relucía. Su mano dudaba. Su pensamiento era un fuego ardiente que le quemaba en las sienes, debajo de la doblez del gorro de lana. Se lo había calado hasta las cejas para que disimulara sus rasgos.

No sabía cuánto tiempo había pasado. Escuchó una música silenciosa, aunque ignoraba si estaba en su cabeza o fuera de ella.

Sintió una humedad pegajosa contra su cuerpo y la vio, su ropa estaba manchada de sangre roja, el cuchillo también.

De su boca salió una voz muda que dijo cadáver. Dio media vuelta y volvió a buscarlo. Necesitaba esa prueba, encontrar el cuerpo que había apuñalado.

Cuando llegó, las luces azules palpitantes le esperaban, tal vez la víctima había pedido socorro. No tenía la certeza porque no oía, aquella música silenciosa estaba en su cabeza, en ese instante lo supo.








lunes, 5 de agosto de 2024

CUMPLEAÑOS Y LOMBRICES

 


Me tuve que quedar en casa todo el día y la memoria se me llenó de pasado, repleta de aquel cumpleaños. Una compañera de colegio me había invitado a su casa a celebrarlo y su padre había venido con el coche a buscarme. En aquellos tiempos no era tan normal tener coche propio, mi calle era una calle tranquila apenas pasaba un coche cada cierto tiempo, jugábamos en la calzada sin ningún tipo de peligro.

El padre de Gloria no tuvo ningún problema para aparcar frente a la puerta de mi edificio. El portal siempre estaba abierto, no fue necesario que tocara el timbre desde abajo. Subió con su hija Gloria y otras niñas que iban invitadas.

El silencio de la tarde y la paz en la calle me llevaron a revivir nuevamente aquel día. Yo no le había dicho nada a mi madre porque me parecía increíble que el padre de Gloria fuera a buscarme en coche.

Mi madre abrió la puerta sorprendida. No esperábamos a nadie, aunque también podía ser alguna vecina. Pero no, era Gloria, su padre y un par de niñas más que iban al cumpleaños.

El presente me encoge el corazón, la desilusión vino tal como la había sentido en aquel momento. Deje el libro que estaba leyendo a mi lado, sobre el sofá. Me entregué por completo a la nostalgia. Apoyé la cabeza en el respaldo y miré al techo, como si los recuerdos estuvieran en un lugar muy elevado. Vi un mosquito cerca de la lámpara. Salí despacio del salón y fui a buscar la fregona, arma infalible para insectos posados en el techo. Entré blandiendo mi arma y con un movimiento rápido y certero aplasté al mosquito y lo limpié con la fregona. La enjuagué y la dejé en su sitio. El mosquito flotaba en el agua del cubo que vacíe en el váter.

Me volví a sentar y regresé a esa tarde de cumpleaños. Mi madre le había dicho al padre de Gloria que no podía ir porque tenía un compromiso. No era cierto, pero tampoco era una mentira, los domingos por la tarde íbamos a casa de doña Luisa. Donde, por otra parte,  me divertía mucho.

Esa tarde de domingo, en el gallinero de la casa de doña Luisa, desaparecieron una media docena de lombrices. Las descuarticé con un palo y se las tiré a las gallinas.




miércoles, 31 de julio de 2024

VIVIR MÁS


La mayoría de la gente quiere vivir para siempre, no aceptan la vejez ni la enfermedad. Si no existiera la muerte cómo podríamos imaginar el mundo: quizás un estercolero donde las multitudes se pelean por los pocos recursos que quedan debido al exceso de población? Puede ser una opción, algunos ya la barajaron en novelas, en  cine... Buscan y descubren adivinos, quirománticos, brujos y brujas, médiums y todo tipo de seres que puedan ayudarles a lograr una oportunidad de alargar su vida.

Flora tenía ganas de llorar, pero no le caía una lágrima, frente a ella el ataúd. Sola, ante el privilegio de la muerte. A ella le gustaría morir. Ese era ahora su escenario. Una despedida que había comenzado hacía cinco años y terminaba al fin en ese invierno. Metió las manos en los bolsillos, tenía las manos heladas, pero no encontró consuelo. Ni siquiera una lágrima. Su padre no había sido bueno, en realidad la había maltratado siempre. A lo mejor ahora que ya no estaba, el deseo de morir se iba también.

Cuidarlo había sido un infierno. Fátima, una chica que contrataron, le ayudó a pasar por esa esclavitud. Para Fátima no era el primer viejo que conocía tan repelente como su padre. En esos años Flora se había quedado muy sola. No tenía hermanos, así pues toda la carga caía sobre sus hombros. Había cumplido los sesenta años escuchándole a su padre decir que era una inútil, que no pasaba de ser una solterona amargada, viéndole hacer volar el plato de la comida cuando esta no era de su agrado... Y un largo etcétera que no merece la pena enumerar.

Y ahí estaba, esperando a que viniera su tío Luis, el único hermano vivo de su padre. No tenía amigos.

En el tanatorio le habían preguntado si quería el ataúd abierto o cerrado. Ella había contestado: cerrado, cerrado. Agitada, como si temiera que su padre pudiera levantarse.

Su madre había muerto cuando ella tenía veinte años. Antes de su muerte el infierno lo vivían las dos, después solo quedó ella para toda la furia que cabía dentro de ese animal. Solo tenía una amiga, la única que le dio consuelo y no dejó de demostrarle cariño a pesar de que su padre la había echado de la casa, gritándole que no hacía más que llenarle la cabeza de tonterías. Si no fuera por su existencia, Flora, se habría vuelto loca.

Y en ese momento estaba ahí, esperando como agua de mayo a que viniera su amiga Elisa. Si venía o no venía su tío Luis le era absolutamente indiferente. En cambio la presencia de Elisa resultaba imprescindible para ella. Luis nunca la ayudó, venía de tarde en tarde a hacerle una visita al padre y el padre le metió en la cabeza que le buscara una curandera. Luis le trajo una. La curandera cuando vio al padre le preguntó qué edad tenía. Cuando le dijo que tenía 92 años, le vendió como amuleto un ojo turco. A Flora en un aparte le dijo: su padre lo que tiene es vejez y no demasiado mala por lo que veo, en estos casos hay que esperar la evolución lógica de la vida. El amuleto le ayudará a no tener procesos dolorosos, añadió. Y se marchó.

El padre, un día, a gritos, ante una pequeña queja de ella por haber tirado la comida contra la pared, le dijo: me vas a tener que aguantar hasta los 104 o 105 años. No pienso dejarte sola antes, para que hagas lo que te dé la gana con la casa, gritó también.

El ojo turco funcionó bastante bien, no le alargó la vida pero apenas tuvo dolor. También tuvo una muerte dulce, sencillamente no se despertó. Le faltaban dos meses para cumplir los noventa y tres años.

Allí estaban en ese instante. El padre encerrado en un ataúd, por fin en silencio, mientras ella pensaba qué haría con su vida, ahora que de verdad era suya.





viernes, 26 de julio de 2024

CASA PRISIÓN

 


Tengo mucho miedo. El mar está oscuro, gris oscuro. Las nubes ennegrecidas. Salí de la casa prisión porque el miedo no me dejaba respirar. El movimiento me relaja, alejarme de él también. Hace mucho que le tengo miedo.

Es encantador para todo el mundo, cómo decir algo malo de él, cómo explicar que me hace sentir tan insignificante. Que sus palabras me destrozan. Que su absoluta indiferencia es cruel. Que el miedo y el nerviosismo me vuelven torpe, pierdo la serenidad y no sé que es lo que tengo que hacer. Entonces me trata de inútil, que no pongo atención en lo que hago suele decir.

Me limita, me controla,  le molesta que ría, le molesta cuando hablo por teléfono con mis amigas, le molesta que quede a tomar un café con una amiga, también le molesta que vea a mi hija. Sus celos de todo son enfermizos y peligrosos.

En dos ocasiones estuvo a punto de matarme. Consiguió controlarse en el último momento.

La ira le ciega y rompe mis cosas, ya casi no me quedan fotos de mi niña cuando era pequeña.

Una vez, fuera de control, escupió en mi plato y me obligó a comerlo.

No quiere que trabaje, no quiere que haga nada.

Sí llego tarde, o lo que él considera tarde, siempre tiene preparado un castigo. Una de esas veces fue cuando estuvo a punto de matarme.

El mar está oscuro, el cielo también. Hace media hora que estoy apoyada en la barandilla viendo el mar. Ahora respiro, pero siento miedo de volver.

Tengo que salir de esa casa prisión, tengo que salir antes de que me mate.





jueves, 25 de julio de 2024

EN LAS SOMBRAS

 

El reloj de péndulo que les había regalado la abuela, marcó la una de la madrugada con su clásico sonido de campanada. Después de esa constatación, recordó relatos de terror que había leído cuando era niña, en los que hablaban de relojes similares. Bajó las escaleras sin encender la lámpara, la luz de la cocina estaba encendida y se oía trajín en ella. La puerta abierta dejaba llegar cierta claridad. Desde el umbral del baño vio la silueta de su hermano cocinando. Lo hacía, elaboraba comida cuando estaba inquieto, cosa bastante frecuente en él.

Tenía miedo desde lo ocurrido el año pasado. Le había quedado una ligera cojera, a la que se había acostumbrado, lo que le preocupaba era que se repitiera el episodio. Un ictus leve hizo tambalear su vida. Se fue recuperando, el médico le había pronosticado una vida larga con los cuidados y precauciones adecuados. También le había dicho que la cojera disminuiría prácticamente de forma definitiva. Andrés se cuidaba cocinando platos vegetarianos. Ella, Laura, se había adaptado a su dieta.

Laura entró en el baño sin que Andrés se diera cuenta. Se apreciaban minúsculas gotitas de sudor en su frente, la pesadilla había regresado, había tardado dos meses en hacerlo. Lavó su cara con agua fría y sintió alivio. Decidió tomarse una infusión haciéndole compañía a su hermano. Al salir del baño, Andrés, la oyó. Se asomó a la puerta de la cocina y le preguntó si se encontraba bien. Laura le contestó que sí, que solo había tenido un mal sueño. Voy a tomarme una infusión y te hago compañía, le comentó. Cuando se dio vuelta para cerrar la puerta de la cocina lo vio al pie de la escalera. Era ese niño otra vez.

No podía hablarle de eso a su hermano, qué pensaría de ella. La presencia no la asustaba, al contrario, le producía alivio. El niño que sucumbia en su pesadilla, renacía en las sombras. Y a ella esto la reconfortaba.

En la pesadilla, Laura, vagaba por los pasillos de un edificio abandonado y sucio. Un niño caminaba a su lado y ella parecía conocerle. Subían en el ascensor, que curiosamente funcionaba, hasta la última planta. Allí ella salía del ascensor y el niño se quedaba dentro. Las puertas se cerraban y el ascensor caía en picado. Su desesperación no tenía límites. Suponía que el niño moría dentro del ascensor ante su impotencia. Buscaba las escaleras y bajaba corriendo, cuando alcanzaba la segunda planta se despertaba con una infinita angustia.

Aquel niño la miraba desde las sombras como si necesitara comunicarse con ella. Pensaba esto mientras se preparaba la infusión y Andrés le  hablaba de los platos que había preparado.

Ella no sabía exactamente de dónde o por qué había surgido la pesadilla. No era el espíritu de alguien que ella conociera, aunque tal vez podía ser el de alguien lejano. En cualquier caso aquel niño a pesar de ser fruto de un sueño era un fantasma.

Finalmente le contó a Andrés su pesadilla,  eludiendo decirle que veía al niño en las sombras al despertarse.

Después de aquella noche la pesadilla desapareció. Pero ahora estaba segura de que el niño necesitaba comunicarse con ella porque, aunque la pesadilla ya no existía, el niño seguía mirándola desde las sombras. Su amiga Malena le aconsejó que consultara con una médium o en su defecto con un sacerdote especializado. Malena le habló también de su anterior relación con la iglesia católica, Laura había sido creyente. Tal vez puedas solucionarlo tú misma, le dijo, si te acercas a una iglesia y rezas quizás el niño se vaya. Habían pasado seis meses desde la última pesadilla, pero el niño seguía manifestándose con cierta regularidad.

Reflexionó varios días sobre lo que le había dicho Malena. Imaginaba que de alguna manera ella funcionaba como un canal para el niño, lo más probable era que el niño buscara una salida y alguien que le ayudara a encontrarla. La opción de pasar por una iglesia le parecía la más adecuada, consultar con una medium era algo muy distante y desconocido para ella, le provocaba desasosiego. Intentar resolverlo en su propia intimidad, esgrimiendo sus precarias armas: unas, aparentemente, insignificantes plegarias.

Durante un mes acudió a una iglesia del centro de la ciudad cada semana y allí rezó y allí se despidió del niño,  que la esperó escondido en la sombra de una columna. Su imagen ascendió y se difuminó en el aire. Nunca sabría por qué aquel niño se había acercado a ella, pero siguió orando y a veces cuando pasaba por una iglesia lo recordaba y entraba.







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