martes, 26 de mayo de 2009

LLUEVE... (Pablo Neruda)



Llueve

sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.

lunes, 25 de mayo de 2009

BALDOSAS (II)





*********


Ella le busca por toda la ciudad, sin pensar ni un sólo momento en que esa búsqueda es absolutamente inútil. Sortea, cuando su pensamiento se agita, las baldosas de la acera que tienen manchas negras. Charly tomó su estilográfica “Parker”, la de ella, y salió sigilosamente de la casa. Siempre hace lo mismo. Sabe que ella es incapaz de escribir salvo con esa vieja estilográfica que le regaló su padre cuando cumplió catorce años, después de haber ganado aquel concurso de poemas en el instituto.

Charly no encontró la nota exacta, ni la palabra que daba continuidad a la canción que estaba componiendo y ella no le prestó atención. Era una situación rutinaria, a ambos les ocurría, sin embargo Charly no lo veía así. Enflaquecido de ánimo salía después de hurtar la estilográfica y a continuación se metía en el metro y viajaba por toda la ciudad con su guitarra a cuestas.

Ella tampoco podía evitar buscarle, y así los dos recorrían las líneas del metro como si fuese su verdadero oficio. En todos esos años nunca se había encontrado.

Charly dice que en las entrañas de la ciudad habitan los duendes del tiempo que persigue las sombras, cuando la inspiración se desmaya.

Ella dice que el reloj de arena se detiene bajo tierra, como si ambos elementos hubiesen hecho un pacto secreto.

Luego regresan a casa y ninguno dice nada. Se miran. Charly deja la estilográfica en su lugar y luego la besa, prometiéndole que le regalará otra estilográfica con su nombre grabado.

“Por cierto, ¿cómo te llamas?”.






jueves, 21 de mayo de 2009

DI-VAGANDO.


La cuestión era… Pienso. Diván enternecido. No, no me lo diga, no quiero oírlo. El techo tan limpio, ni una telita de araña, ni el hombre idem que trepa. Labios pronunciando y lento, adentro, viajo… Vía láctea derramándose en el interior del universo. Es la duda, ¿sabe? A veces también el miedo. Pero lo dijo, lo dijo, lo dijo…







Camino. La medida obsesiva en el teclado pasmado y la mesa del bar y el cristal la lluvia biselada la libreta debería ser cuadriculada los renglones me pierden no me atrevo y a un T.Q. directo el vuelo abierto sobre la nube más densa y el cuarto menguante enredándote en la ficción que suena te escribo como me da la real gana y si no existes en ese planeta del beso cambio las coordenadas me sitúo en tu mapa el de tu hombro y tu espalda en tus brazos y tu mirada libero el ancla y me elevo ya casi lo he tecleado…





… ha despejado el jardín perfecto de los vientos y la cometa la infancia te colorea el agua la melodía que baja hasta el eje siente hasta el hueso de cada historia que te ata a la pupila del día y de la noche interior y sin reproche disfraz hecho jirones a los pies de la cama solitaria me duermo ya mismo escuchando la corriente clara tu voz baja flotando…









































martes, 19 de mayo de 2009

¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,...!





















Quería escribirte, no pensaba en otra cosa, es cierto. Ahora estoy en el ensayo. Hemos parado un rato. Él está extenuado. Y yo pienso en escribirte. Ayer terminé muy tarde y además hace dos días que el servicio técnico no logra restablecer las conexiones de la zona. Siempre se equivoca en esa frase. La misma, cada vez que la pronuncia tropieza con el nombre del olvido. Se cayó la red, señora, eso me dicen. Y yo haciendo alarde de paciencia y sentido del humor, les ruego que no dejen a los trapecistas en el vacío. Creo que no me han entendido. Le veo tan desamparado en este momento, me gustaría saber cómo consolarle… Los primeros errores fueron motivo de bromas, resultaron graciosos, todos lo celebraron e incluso él mismo ironizó al respecto. No entendieron, seguro. El caso es que no he podido usar el correo electrónico. Sé que no puedo llamarte… No puedo evitar sentir pena, ha pasado tiempo suficiente como para superar el dolor y sin embargo… Está sentado sobre un taburete con la máscara entre las manos y desde aquí me ha parecido ver sus ojos llorosos. Todavía la quiere… Quería escribirte, aunque no tengo nada que contarte, todo está igual. Hay que reanudar el ensayo. Él se incorpora como si llevara el peso de un siglo sobre sus hombros y sus manos tiemblan ligeramente. Qué te voy a contar, hace sólo una semana que te marchaste a Calcuta con tu mujer. Todo sigue igual. Mi trabajo, el grupo de teatro… Me mira y sonríe con cierta resignación, me acerco. “No lo pienses más, no tiene importancia”, le digo con un acento y una voz que no reconozco como mías, "cuando llegue el momento de decirlo, esa maldita frase, quiero decir, mírame, ya sabes que yo me llamo igual que la protagonista". Todo sigue igual, pero en cuanto pueda te escribo, porque creo que debemos hablar, cuando vuelvas. "Vamos, dilo, prueba". Y lo dijo: ¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,…! Y después sonrió y todos aplaudimos y …

lunes, 18 de mayo de 2009

Sin palabras que no sean las suyas, Don Mario.


Me sirve no me sirve


La esperanza tan dulce/tan pulida tan triste/la promesa tan leve/no me sirve//no me sirve tan mansa/la esperanza//la rabia tan sumisa/tan débil tan humilde/el furor tan prudente/no me sirve//no me sirve tan sabia/tanta rabia//el grito tan exacto/si el tiempo lo permite/alarido tan pulcro/no me sirve//no me sirve tan bueno/tanto trueno//el coraje tan dócil/la bravura tan chirle/la intrepidez tan lenta/no me sirve//no me sirve tan fría/la osadía//si me sirve la vida/que es vida hasta morirse/el corazón alerta/si me sirve//me sirve cuando avanza/la confianza//me sirve tu mirada/que es generosa y firme/y tu silencio franco/si me sirve//me sirve la medida/de tu vida//me sirve tu futuro/que es un presente libre/y tu lucha de siempre/si me sirve//me sirve tu batalla/sin medalla//me sirve la modestia/de tu orgullo posible/y tu mano segura/si me sirve//me sirve tu sendero/compañero.


martes, 12 de mayo de 2009

HASTA LUEGO, ANTONIO

















LO QUE Tú Y YO SABEMOS
Salir, tocar para verte sonreír,
coger al vuelo el sentido de vivir.
Y después, a la hora de volver
conservar el secreto en mi poder.
Un viaje más, olvidar la luz de un bar,
durmiendo mal y soñando con cantar.
Y después, a la hora de volver,
conservar el secreto en mi poder.
Sólo al final
tiene sentido la soledad,
cuando el silencio es total
no queda nadie en el local
Mil caras que estudiar,
mil caras que olvidar.
Correr, sudar, no hay manera de engordar,
sobrevivir al veneno de tocar.
Sólo al final cobra sentido la soledad,
cuando el silencio es total
queda el espacio para pensar.
Y después, a la hora de volver,
conservar el secreto en mi poder.
Algo que tú y yo sabemos.
Algo entre tú y yo, no hablemos.

(Antonio Vega)

















EL SITIO DE MI RECREO

Donde nos llevó la imaginación
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos

Donde se creó la primera luz
germinó la semilla del cielo azul
volveré a ese lugar donde nací

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo
De nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo

Viento que en su murmullo parece hablar
mueve el mundo y con gracia le ves bailar
y con él el escenario de mi hogar.

Mar bandeja de plata, mar infernal
es un temperamento natural
poco o nada cuesta ser uno más.

De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo
De nieve huracán y abismos
el sitio de mi recreo,
Silencio, brisa y cordura
dan aliento a mi locura

Hay nieve, hay fuego,
hay deseos allí donde me recreo

(Antonio Vega)

















Hasta luego, maestro. Un beso.

lunes, 11 de mayo de 2009

¡ ZINC!

















Zinc. Ése era el sonido, ¡zinc! Caja de metal vacía. La lluvia había lustrado tejados y calles a primera hora, aunque siempre dude de cuál es la hora primera. ¡Zinc!, como la moneda en la alcancía recién estrenada, como tu nombre en el asiento vacío al otro lado de la mesa y, ahora, aquí, en este túnel. Si recordara. Si lo recordara al salir de aquí y en la sugestión serena de la tarde enamorándose del horizonte. Porque el día transcurre desde una paleta de grises al barrido insolente del sol, ocupado en fabricarse segundo a segundo. Y allí vi rostros y cuerpos metálicos, a las diez, después de la lluvia, antes de la bulliciosa costumbre del domingo lanzándose a la conquista de las calles. Y otra vez tu nombre, para inventarle una ausencia la día y a su melancólico amanecer.

Más tarde registré expositores de libros, revisé titulares de prensa, leí artículos de opinión, miré escaparates y puestos ambulantes, con la memoria presa de un sonambulismo inexplicable.

Tenía que inventarte otra vez.

¡Zinc!

Como la gota que colma el vaso, pasado ya un abril de aguas mil…

… y una noche.

* * *

(thanks)

viernes, 8 de mayo de 2009

BALDOSAS (I)

Cuenta baldosas. Baldosas falsas. Una, dos, tres... La uña que señala fue devorada por un destino embaucador. Gatea por el suelo y persigue el desdibujo. Cuatro, cinco, seis... La radio gruñe, hay una disputa fiera de ondas enfrentadas. Ha olvidado la fecha, la canción, el clima... Conoció al que nunca ha amado. El espejo tiritaba azogue líquido en los ojos del tiempo, desvaneciéndose. Siete, ocho, nueve... Suma cicatrices en la pared y las oculta con pedazos de poemas rotos. Tantas horas arrugadas bajo la mesa, tantos nervios en los pies desnudos. Cuenta las falsas baldosas y la amplitud del destierro. Parece libre, sin embargo, cuando arrastra la invisible cadena que mutila voz y sentidos. Diez, once, doce... La campana desliza su irreverencia entre los barrotes. Tantas horas aplastadas como insectos. El vigía ciego y su atalaya desmedida en la sordidez del espacio que aprisiona. Robando caricias que son de otro, hurtándole el marfil a la sonrisa que ha ido decayendo en mueca. Trece, catorce, quince... Baldosas acotando la respiración del cielo, la verdadera plegaria y los anhelos de su falda.

Parece que vive, no obstante, al despuntar el día con su mecánica plañidera. Parece que ya no recuerda el recuento de la uña tullida. Parece que todo es verdad a la luz del día, cuando ya se han evaporado las lágrimas. Nadie puede adivinar, entonces, la muerte que allana su morada cada noche. Nadie sospecharía la existencia de la cruel zarpa que rasga el sueño y la despoja de sus nimias posesiones.

Conoció al que nunca ha amado, entre cadenas amarradas al muelle de los despropósitos.

Y como antídoto: tú, cazador lunático y furtivo, regalándole un cuento indescifrable. Una pasión entre líneas que ella recorta y pliega, construyendo naves de papel sin rumbo en las madrugadas carentes de asideros. Y en la certeza del simulacro, elige esa mentira antes de apagarle la luz al mundo, mientras en el sueño y su amnesia, enhebra pócimas y remedios
contra la fractura.

martes, 5 de mayo de 2009

RESU(S)CITAR (30.04.09)

Saber por donde empezar y no perder el paso, ésa es la cuestión, mi querido Hamlet. Pero hoy las direcciones prohibidas, impresas en esas piruletas de hojalata que salpican las calles, quedaron ocultas y, en la confusión de la multitud, recordé el nombre de un perfume, burlando la amenaza de tormenta real. Luego, sólo fue lluvia que dejó su impronta de barniz etéreo sobre las calles, como el consuelo que deshace la mirada turbia del amante. Y allí, apostada tras el cristal, derramé la añeja soledad vespertina, contemplando la indecisión del cielo y el gentío entusiasta. Deshice un hechizo maligno, cuyo tormento espesaba el aire y acudí de nuevo a la cita conmigo misma, a recuperarme de los pliegues en los que anidaba la mudez de la noche, a revolverle las horas a la tiranía de no ser, a hacer girar como un loco ese segundero de la prisa imponiendo su regreso carcelario y a tomarme tiempo con el cuerpo de la imaginación que te visita. Miré abajo, desde la altura prudencial del sitio, y quise a ese cuadro de seres deambulando.

Decir que en parte ese momento te pertenecía, aunque no sirva de nada –en el fondo soy realista-, es cierto. No sé por qué, tal vez esta sensación nazca de alguna ficción.

Y creo que no es sólo esa pertenencia lo que me asombra, sino haber hallado el espacio y el tiempo extraviados en el dolor, ese lugar concreto que permite el resurgimiento de la esencia que jamás debe perderse, ese poder indómito de alegrarse ante lo simple y por eso mismo sorprendente: como la nostalgia mansa de un instante, provisto de la insoslayable magia del azar.

El rubor sobre la mesa de Bukowski -jugo de la vid y verso enloquecido-, templa la importancia de mi postura al atardecer, frente a una farola dispuesta a que el telón de la noche la descubra iluminando la redención de la ausencia. Porque en esa mesa, la del otro lado del cristal, se posó antaño el desamor y la huída. En cambio, hoy, mientras las nubes ataban y desataban juegos infantiles de lluvias y primaveras delirantes, en ese instante efímero, me encontré liviana, sonriendo al paisaje de la ciudad que vuelve a anclarme a la tierra…

Ahora, que ya es interior y noche, mantengo una conversación inaudible con el creciente instalado sobre mi ventana: habla del trajín de caricias que peregrinan hacia el plenilunio, modelando la silueta del amor y su enigma.

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