lunes, 23 de noviembre de 2009

APUNTE XV



Le dolía demasiado la cabeza para contestar, pero lo cierto es que le apetecía una cerveza, le apetecía tanto que hubiese sido capaz de matar a un ángel por una cerveza bien fría. Se incorporó despacio y se palpó la ropa. Ni gafas, ni cartera, ni teléfono. Su reloj de oro tampoco estaba ya en su muñeca. Era un regalo de su padre y lo echaría de menos. ("Caperucita loca", Ray Loriga)

* * *


Hay días en los que intenta mezclarse todo, algo así como un cocido de imágenes dando vueltas en el pensamiento. Y esto produce cierta inquietud en la escritura y en todo lo que se lleva a cabo. Como si existiera un plástico transparente tratando de conservar el aislamiento entre lo ficcionado y la realidad en sí misma, un aislamiento que no se logra del todo.

Así, parece que estuviera aquí el actor de ayer, el director dice algo sobre mi presencia en la sala, la reunión pasa como una película de tercera y los pensamientos perturbadores andan en tratos oscuros, con los anuncios de las madrugadas de los viernes 906.

Para más inri, el reflejo no coincide con esa canción que me gusta tanto y hace que siga el ritmo con la cuchara de madera sobre el borde de la cacerola. Ésa que ahora suena en mi cabeza mientras contesto la suma de invitados a la conferencia de la Sala 14 y apunto lo que me falta comprar para la menestra.

También tiene su sitio la nostalgia y la contractura del cuello. Los zapatos que vi en el escaparate de ayer..., digoooo... los zapatos que vi ayer en el escaparate de Princesa, el mapa de los recorridos que probablemente no haré y esa caja de aspirinas que tengo que comprar, sí o sí, en la farmacia, cuando salga de la oficina.

De ti no supe nada, por lo tanto sólo mezclo la decepción con un ataque intermitente de bufidos, cuyo significado se confunde con subidas de temperatura ambiente, a causa de la calefacción.

La peli me entusiasmó, la calle no hacía acto de presencia, era como si la pantalla me hubiese devorado.

Cuando fui a marcar tu número se me había olvidado y confundí dos cifras que me pusieron en contacto con un curioso, no aceptaba las disculpas, quería saber quién era a toda costa... ¡Qué pesado!

Lo que yo digo, nunca estás en lo que tienes que estar.












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