miércoles, 28 de febrero de 2024

XXI


 


    Como un vocabulario la piel también crece. Adherida a los huesos recita, siembra la semilla del aliento y los adjetivos más esplendorosos se deslizan vértebra a vértebra por el camino de la noche. No te nombra más que el silente tacto de las estrellas lejanas. Qué diría un verso transgresor y evanescente rodeando la cintura de la playa, en la que se imprimieron nuestros pasos juveniles.

    Éste es otro tiempo suspendido sobre la cornisa del edificio en el que yace la piel joven. No nos acercamos a él sino con un pensamiento nostálgico, que deriva de nuestro cabello nevado.

    Las manos alejadas de cualquier acto de ternura, se muestran parcas en susurros y ya no enseñan caricias o saludos de ahora. Brindan aplausos huérfanos de emociones y se esconden en los bolsillos de otras pieles del pasado. ¿Por qué arrebatarles un posible futuro?

    Hay, en clave, un enigma que pretende con su magia instalarse en un presente ilusionado.



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