sábado, 13 de noviembre de 2010

XLI


En torno a la luna una bufanda de lana amarilla, un lazo y un nudo que se desata poco a poco con el soplo de un ser invisible.

Amanda desdobla la servilleta de papel y la deja sobre la mesa de la terraza. Desdobla su propia vida, desplegándola, impulsándola al vuelo sobre las azoteas.

"Sueña conmigo. Si no recuerdas lo soñado, inventa un sueño con nosotros".


-Es un poco tarde, pero si necesitas que hablemos, hablaremos. Me cambio de ropa y enseguida estoy contigo.

Sola en el salón, frente a las imágenes mudas de la televisión, más relajada, espera a que Alberto vuelva. Ahora es una anciana la que relata su terrible experiencia en uno de los campos de concentración nazis.

Alberto vuelve al salón. Abre el mueble donde guardan las bebidas y se sirve un ron. No le pone hielo. Se sienta en un sofá junto al de Amanda.

-Tú dirás.

-Cuando estuvimos en Barcelona, abrí por error el cajón donde habías puesto tus camisas y jerseys. Habías bajado a toma café. Me llamó la atención una caja que sobresalía entre tu ropa y no resistí la tentación de abrirla. Pensé que era uno de esos regalos de empresa, de los que suelen hacerte. Me pareció un bolígrafo excesivamente valioso y, al observarlo con atención, descubrí una inscripción poco común en ese tipo de obsequios. La impresión, la duda y otros motivos, en ese momento incomprensibles, me impidieron hacer ningún comentario al respecto. Tu improvisado viaje a Londres aumentó mis dudas y mis sospechas. Decidí hacer algo que jamás me hubiese imaginado que haría, seguirte.

Alberto cambia su postura y toma un sorbo de ron. El trago ha sido largo y la bebida le rasca la garganta. Tose.

-Te vi entrar con ella en el aeropuerto. Te vi mirarla y besarla. No sé si te estaría hablando, si lo que hubiese visto fuese menos importante de lo que me pareció. Porque me pareció ver a un hombre enamorado de otra mujer.

Alberto se levanta, va hacia el ventanal que da a la terraza y le da la espalda a Amanda. Amanda permanece en silencio, aguarda su reacción, sus palabras. Él sigue mirando hacia afuera.

-Amanda, yo te quiero, pero no puedo negarte lo que has visto. Tampoco puedo afirmar que sea todo lo importante que te pareció. Estoy confuso, nunca me propuse engañarte.

-No quiero que me expliques cómo pasó, cómo surgió. Quiero tu verdad, la de tus sentimientos y si eso te va a llevar un tiempo averiguarlo, espero que no sea demasiado. Esta situación no es cómoda para ninguno de los dos. No estoy dispuesta a fingir y no soportaría que siguieras fingiendo.

-¿Qué sugieres?

-Estoy convencida de que no hay recetas infalibles en estos casos y que lo más adecuado, al menos para mí, es la distancia.

-¿Que me vaya? ¿Y el niño?

-Le podemos decir que harás un viaje más largo de lo habitual.



ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog