jueves, 10 de febrero de 2011

LIX (59)



Raúl terminó el café y me contó su sueño. Después bajó con Ron a la calle. Miré en el fondo de su taza, había un ojo, me había equivocado. En cambio en la mía no había nada, quizás algo parecido a una ola.

Lo que permaneció inalterado en la memoria de mi hermano, era la visión de los abuelos caminando por el sendero que daba a la casa del pueblo. Se acercaban lentamente y traían entre ambos a alguien de la mano. Al llegar a la casa, la abuela le decía a Raúl que recogiera unas flores de la entrada y se las diera a la niña. La niña sonreía, era la que venía de la mano de los abuelos. Él tomaba a la niña de la mano y le preguntaba por qué venía desde tan lejos. La niña le preguntaba si le iba a dar las flores. Él cortaba las flores y se las daba. Entonces, la niña le decía: Ya soy pintora. Después le daba las gracias por las flores y lo besaba en la mejilla. Se oían unos aplausos y los dos miraban hacia la higuera del jardín. La prima Mada estaba sentada en una de las ramas y les aplaudía. Y los abuelos se despedían, diciendo que tenían prisa.

No toqué las tazas de nuestros cafés, me interesaba saber qué veía Raúl en cada una de ellas. Se las enseñé cuando volvió. En la mía vio un ojo y en la suya algo parecido a una ola.

Me estás tomando el pelo, le dije. No, es lo que me parece, por qué, dijo él.

Pensé en la posibilidad de que distraída hubiera cambiado las tazas de sitio, pero no era así, no las había movido. Las puse en el fregadero y las lavé con cierto reparo, como si hubiesen adquirido vida propia.

Mientras Raúl se duchaba, escribí a Mada.

Querida Pitonisa:

Llama a tu primo y dile que te cuente el sueño que tuvo, será una delicia para ti escucharlo. Hasta yo estoy algo impresionada.

Continuamos con el relato de Silvia, poco a poco.

Tenemos ciertas dificultades con la comunicación a través de los posos de café. Creo que hay interferencias.

Te llamo esta noche.

Un beso.


ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog