viernes, 27 de noviembre de 2009

APUNTE XVII


Casi sin querer estar, es. Apenas una percepción, una ilusión que tiende hacia la tarde y sus minuciosos cambios de tonalidades. Una canción o una palabra despidiendo la última hora postergada en el recuerdo. Regreso del aliento, el afán, las agarabías o el mutismo, programando un laberinto de sentidos sinsentido.

Tacto de la luz desbordándose. Se desliza sigilosamente desde el borde de unos labios o desde la tarea de la memoria y cae en el pensamiento extraviado. Tal vez recupere su forma previa o transforme su materia en la mirada insolente de quien admira, contempla y guarda.

Al otro lado, siempre en el juego del diálogo que suelen mantener los azogues, busca un puente, un vínculo, el arraigo en el alma de las emociones y el deslinde que existe entre anverso y reverso. Tiene que habitarte y permanecer en la morada intermitente. Quiere, con su hábil construcción, alzar el más alto edificio entre tus ojos y su sombra.

Y en la equidistancia, sin saber siquiera su significado, te reclama.



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