miércoles, 25 de agosto de 2010

SIN DIARIO XXX


En una cripta de espuma, estampadas las almas. Algo se deshoja desde la cabalgadura blanca y prende sus semillas en peldaños descendentes. La visión sube el volúmen de los gritos sometidos.


Y ese tal vez, vertido como leve soplo en el cuello de la madrugada desvelada, empeña toda su herencia en las borrosas notas sobre servilletas de papel. Un sí y un no, o quizás dos.

Luego ascienden aliento y beso perdido, remontan la recta perfilada en la lejanía y retornan a sus piruetas sobre la barandilla.

A la oscuridad se une el engarce atónito de pensamientos.

El código irrespetuoso en las cuadrículas de la torpe grafía. El vaho. El vaso roto y el borde sanguinolento.

De la altura, a veces, se descuelgan los desvencijados otoños desprovistos de ramas donde albergar trinos. En cambio, metal triste y mensajes mudos.

Si al final del último trago le puso el estío una sonrisa y el olvido de las cicatrices, viene con su espanto la lágrima congelada en su minúscula caja de nácar.

Cuánto círculo concéntrico. Cuánta espiral en el humo.

A los cerrojos, ataduras de metáforas y un firme silencio caminante de arterias hartas de voces engañosas.

En ese espacio, sin embargo, todo está abierto. Si el vuelo está varado es a causa de la inversión de los relojes. El tic tac inaudible en los dígitos. La cuenta atrás remembranza y esos muelles atestados de mercadería abandonada.

Simplemente una excusa y ya se han vestido las cumbres de nieve, en un mientras tanto prolongado. Como las macetas que sólo guardan raíces secas en el interior de tierra abrasada.

Nudillos que nunca golpearon en la puerta acertada, encienden sus lámparas de medianoche y buscan en el cofre de las alianzas rotas su sortilegio. La palabra tan sencilla, la desnudez de una hoja. Almanaques siempre, hoy inútiles artilugios, ábacos de los días desiertos y cortinajes espesos.

Tanto suelo bajo la bóveda sin esperanza de ser recorrido.

Porque el sentido y la dirección es única, las oraciones usan sus máscaras, como aguardan los posos de café su lectura.

Es, sobre la explanada elevada, un despropósito tan distino y tan alejado de las coordenadas del mundo al otro lado. Un despropósito, posiblemente, sin propósito alguno salvo la verdadera vida.

Así, sin imágenes esclarecedoras que alcen la estirpe de otras palabras huérfanas, la azotea toma forma y acoge con extraño lenguaje de penumbras y reflejos el significado de toda espera.
 


ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog