viernes, 9 de abril de 2010

El balcón de la vida.

“La energía es energía; no existe energía mala; solamente existe energía bien o mal dirigida. En una persona sana, la energía atraviesa libremente por nuestro cuerpo físico, fluyendo por “caminos”: chakras, meridianos energéticos y nadis. También rodea al campo energético, al cual denominamos aura. Esa fuerza energética nutre nuestros órganos y células y regula las funciones vitales; cuando se bloquea esa energía y se interrumpe la circulación de esa energía, ocurre una disfunción en los órganos y tejidos de nuestro cuerpo”. ( REIKI Universal, Johnny De' Carli)


“Qué tremendamente aburrida es la enfermedad y cuánto le ocupa a uno la cabeza al mismo tiempo”.(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

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El plenilunio más bello estuvo en alta mar, la luna suspendida en una noche completa, donde el horizonte marino se había difuminado y la nave sólo la tenía a ella como referencia. Tan real y sorprendente.

Los ojos que la contemplaban, estos mismos ojos, desde el balcón donde está comenzando la vida y las ventanas se abren siempre. Tal vez entonces, asombro con hache, porque el asombro de la infancia tiene más letras y menos inconvenientes en mostrarse, acentuando las exclamaciones, apresurando las preguntas, como un tren de cien vagones que corre hacia todas las respuestas.

Y contar estrellas había sido una ardua e imposible tarea, tantas en el hemisferio boca abajo, tantas como las luciérnagas, conquistando un territorio en penumbra de las noches de los estíos, mientras las conversaciones de los mayores y el lejano sonido de las olas sobre la playa, modelaban el silencio del jardín.

Siete jornadas de océano inmenso, presintiendo la tierra y dudando, no obstante, de encontrarla otra vez. Las clases de historia, el descubrimiento: qué raros se sentirían aquellos hombres ante la inseguridad de hallarla, cuando los mapas eran una idea descabellada y el afán de nuevas conquistas.

Las luciérnagas y la playa estaban atrás, la otra orilla comenzaba a ser certeza sin haber abandonado aún el verano, que terminaría en un invierno inesperado.

¡Qué relojes tan absurdos, sostenidos al eje del Planeta!

¿Y en qué se sostiene el Planeta, cuando mira hacia esa luna enorme suspendida en el interior de la noche?

Desde el balcón del barco, el muelle, al que el invierno había llegado antes de que hubiésemos despedido la estación veraniega.

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“Cuando el cielo se oscureció y aunque no eran más que nubes, tuve la sensación de que todo se terminaba y la sensación de haber sentido lo mismo un millón de veces antes”.(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

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