jueves, 17 de diciembre de 2009

17/12/2009 - Jueves.




“Y si durante algún tiempo consiguió vivir con asombrosa eficacia en el disfraz, después de las últimas lluvias, era plenamente consciente de que su disfraz, mal cosido para empezar, se caía hecho jirones, y temía, o sabía, que dentro de poco, en realidad ya mismo, estaría del todo desnudo”. (Ya sólo habla de amor, Ray Loriga)


* * *
Me resulta imposible ordenar el día como si acabara de descolgar la ropa del tendedero, calcetines, camisetas, toallas, bragas, etc. Pasa algo, ocurre en silencio y en la más absoluta clandestinidad del alma, tal como un principio que acude desde el caos presente o una catástrofe definitiva pactando con ese montón de piezas tiradas por el suelo de un tiempo confuso.

Por qué, me pregunto, decidí sacarme la máscara, depositarla en el baúl junto a las marionetas inventadas, abandonar el arte del ventrílocuo, ponerme el nombre de los documentos y desnudarme de letra para abajo, como si tuviera algo que decir, no ya importante sino algo. No me cuestiono en absoluto la utilidad de este espacio o su entretenimiento, no, no es eso, aunque no sepa exactamente qué es. Así, a cara descubierta, los márgenes se acotan, la reflexión se impone, siento que he de medir en cierto modo el alcance de lo que digo o cómo lo digo. La distracción se convierte de esta manera en una tarea, no controlada, pero sí medida hasta cierto punto. Y así pienso que debería volver a lo imaginado, a las ficciones que recorren a tientas los rincones en penumbra y ni siquiera saben cómo me llamo, si es que sigo volcando frases en este sitio.

También creo que mostrarse, de tarde en tarde, fuera del alcance de los reflejos, es un buen ejercicio, como una reconciliación o repaso de las exigencias diarias de la realidad y lo cotidiano.

Y en este instante, madrugada ingresando en los silencios debidos al descanso vecinal, echo de menos la música. Dylan no está, la mudanza, viene Joe Cocker, Sorry seems to be the hardest word.

Never tear us apart. Solucionado el bullicio con auriculares.

Quiero dejarme resbalar como una lágrima por la pendiente cálida de esas canciones, cambiarle el sentido a esto que comenzó, tecleado con tanta duda, en la firme decisión de no repartirle sucesos o anécdotas a las horas del día. Que mis dedos cuenten por mí, hablen, aunque no digan nada.

El fin de semana pasado me hablaron de un personaje de cuento que no conocía, Narrudín creo que se llamaba. The simple things. A Narrudín alguien le exige que le demuestre la existencia de Dios y él ante la insistencia de quien le pide esa demostración, le da un golpe en la cabeza. El otro se queja a una tercera persona, y ésta pregunta a Narrudín por qué le ha golpeado. “Él me pidió que le demostrara la existencia de Dios, pues que me demuestre él el dolor que siente”, contesta Narrudín.

Have a little faith in me. En todas las ventanas ha enredado el frío y la noche un misterio de ojos cerrados a las estrellas. Debajo de los tejados como debajo de los sombreros moran los pensamientos dormidos sobre la esfera y sus números. En algún lugar, sin embargo, reside un eterno latido y ése es el latido que buscan las bocas sedientas. Quizás besos perdidos en tránsitos anteriores. Deudas de abrazos.

Atando palabras en el tapete verde de los juegos de azar. Don’t let the sun go down on me. Y qué fabricar con las letras ordenadas del abecedario, como si fueran fichas esparcidas sobre el lecho de una noche que nunca ha sido y no será hoy que ya se propone amanecer, contra toda desnudez dispuesta a oraciones afirmativas. La luz vendrá a pronosticar interrogantes que llevarás otra vez hasta la franja horaria de los hechizos entre el pecho y la tela y dirás de nuevo, una vez más, que querías y quisiste aunque no quisieras entrar en ese laberinto emotivo en el que todavía viven murmullos codificados sobre tu piel.

... se pierde el tacto sobre el teclado, responde algo que agita desde el sonido y eleva y cae, rayo luminoso o entusiasmo, una guitarra descifrando poro a poro lo que el roce de la brisa dijo sobre tu hombro antes de la lluvia y los telones de acero de la desilusión...

My father’s son.

… que sí, el metal, la voz de la percusión y tu baile en la cercanía del deseo desprendido de la canción, sin excusas posibles porque aun tejido por medio esa trama te traiciona y la música abre compuertas y resquicios al descuido y ya estás casi en la cima de la impertinencia cuerpo toda la letra y caricia en la emoción... Could you be loved...

Mañana no vengo a ser frase desorientada a propósito de este artificio en el que me inscribo y ya voy despidiendo mano alzada y dactilares huellas...

Besos.

That’s all I need to know… And you?

(All I know) Feels like forever.

 











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