lunes, 2 de agosto de 2010

SIN DIARIO XV


Y aquel punto rojo, que ahora distingue la vista acostumbrada a la oscuridad, sobre uno de los edificios más altos, pone entre las manos de Amanda un objeto rectangular, envuelto con un bonito papel de flores y un lazo amarillo y una etiquetita dorada que dice felicidades.

Las manos de Amanda se llenan de peces de colores resbaladizos y rasga el papel torpemente. Cumple dieciséis años y su prima Mada, de nueve, le ha traido un regalo. La madre de Mada, hermana de su padre, antes de que lo desenvuelva por completo, le advierte de que ha sido idea de la niña, que si no le gusta se puede cambiar.

Un libro rojo, las tapas imitando al cuero, con un minúsculo candado y una llavecita. En letras doradas puede leerse Mi diario.

Amanda da un abrazo y un beso a su prima y otro beso a su tía, le parece un regalo maravilloso, no sabe con exactitud por qué. Ha escrito. De hecho en su escritorio guarda algunos folios mal mecanografiados con algunos poemas. Amanda está convencida, porque lo escuchó en una canción, que toda la gente de su edad escribe poemas y nadie dice nada. Ella tampoco. Le leyó uno a su madre y antes de que llegara al final le preguntó qué quería decir y luego si ya había terminado de hacer los deberes del Instituto.

Un jersey de cuello vuelto de lana con pelo, que no se podrá poner. La lana con pelo le produce picores y la hace estornudar. Un estuche con lápices de colores, un regalo demasiado infantil, pero es que al tío Pascual le falta un hervor, no es que sea tonto, le falta un hervor por inocente, la ve como una niña pequeña. Un frasco de colonia que acabará usando su madre, a ella ese olor de flores mezcladas con algo como pegajoso le revuelve el estómago. Una chaqueta preciosa tejida por Ángela, la prima de su madre. Su amiga Teresa le ha regalado una caja decorada preciosa. La única a la que ha invitado, era una reunión familiar y Teresa es como de la familia, se conocen desde el colegio.Y dinero.


Sin embargo es el diario, el regalo privilegiado en el pensamiento de Amanda. La tira que cierra sobre la portada con ese diminuto candado, evoca un misterio y un secreto que aún no sabe, como si las páginas en blanco tuvieran algo importante que decirle. La minúscula llave está en el bolsillo de su pantalón de pana y durante la reunión comprobó varias veces que seguía allí.


En un acto reflejo, inconscientemene, Amanda toca su mano derecha. En esa azotea, es ahora todo distinto, salvo en la costumbre de la letra siempre presente y en el nombre que envuelve la noche.

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