martes, 23 de junio de 2009

DIARIO VII

07:00H- Me permito una sensación etérea y un tanto altiva, como de madre adoptiva de un mundo de duendes desconocidos. Un pequeño oasis en la continua alerta establecida por la confluencia de los diversos conflictos. En gran parte se debe a que el fantasma del pasillo, tomó la forma de Raúl cuando entró en la cocina.

-¿Te desperté?

-No. ¿Qué pensabas hacer?

-Iba a calzarme las deportivas y salir a caminar un rato.

-Si me das unos minutos, me tomo un café y te acompaño. Eso sí, tienes que prometerme que no recorreremos toda la ciudad ni intentaremos batir ningún record de velocidad.

Se lo prometí todo, por supuesto, y disimulé las lágrimas a punto de despeñarse de emoción.

23:00h- Raúl duerme plácidamente y Ron ha logrado un rincón a sus pies.

(Las mismas hojas de los mismos árboles aleteando nuevos verdes, recogiendo reflejos más esperanzados. Se perfila un horizonte en torno a la voz que me sostiene, tu voz. Tuve que vivir –vivirte- secuela intensa. Guardo por ello un puñado de palabras, cuyo deseoso contenido esboza el abrazo.)

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