martes, 13 de abril de 2010

Disfrazada de stripper II.



“Yo era el primer sorprendido al comprobar que Cordelia suponía que pensaba en ella justo en los momentos en los que pensaba en ella. A la sombra de ese poder uno se siente insignificante.

Esto no cambiaba en mar o en tierra. El poder siempre conlleva cierto desprecio y cualquiera que haya amado o perseguido, y hasta el que sólo ha sonreido a una muchacha lo sabe.

Lejos del barco la zozobra no disminuía”.(EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)


* * *

(antes de que la noche se transforme en la mala noche que presintió el miedo, cuando el pájaro de hierro se posó sobre la nube)

… después alguien dará un toque mágico de varita y hará que del naufragio salga a flote lo verdadero y será como ese abandono lanzado sobre las playas solitarias por las mareas invernales. Aunque también puede suceder de otra forma menos caótica y la dispersión adquiera un sentido estético imperceptible.

Hablo con ella, con la noche apostada entre metales y esponjosidades. Un muro por delgado que sea, siempre es un muro que distorsiona, se opone, toma partido y aleja, finalmente. El muro es el poder de quien se esconde tras él.

No consentiré que la arrogancia del desamparo, habitante grosero de ciertas noches, acabe con estos dictados en el filo rabioso de las tijeras, sembrando la impotencia sobre el suelo que piso. Los parterres de la indefensión ya están surtidos de setos podados hasta la herida del tallo.

A la primera persona, protagonista centrífuga de un relato envejecido, le pintaron los amores de color sepia.

Y ahora sé, sin saber por qué, de la lánguida característica residente de esta noche, dispuesta involuntariamente a la percepción triste de todas las soledades. También el temor ocupa más lugar del que debiera y llega al amanecer con una desnudez pálida, propicia sólo para maquilladores expertos en protocolos de urgencia.

A pesar de todo, incluso de la saliva que usan los dioses bendiciendo la aceras, en el secreto existe una emoción imbatible y más ternura de la que nos atreveríamos a descubrir...

… tal vez, amor.
 





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