-Otoño.
-Vaya con el otoño. ¿Vamos a tomar una caña y me lo cuentas?
-Vamos.
Pusieron sus carpetas de anillas sobre sus cabezas y echaron a correr riendo.
-Los Rolling le están sacando la lengua a la lluvia, a ése que nos la manda con tanta generosidad.
Alcanzaron unos soportales y se detuvieron. Sus carpetas estaban completamente mojadas y ellas apenas habían conseguido mantener a salvo parte de la melena. Amanda seca con la manga del chaquetón la carpeta donde, además de otros símbolos, destaca la inconfundible lengua.
-Venga entremos en ése mismo.
-Pero, Teresa, está lleno de viejos, vamos al de al lado, están poniendo Satisfaction.
-Bueno, vale, pero no la líes, tenemos poco tiempo y me vas a dejar a medias con tu novelita de amor.
Se sientan en una mesa del fondo buscando la intimidad necesaria a las confidencias. Proud Mary envuelve la voz del camarero que les pregunta desde el otro lado de la barra, qué van a tomar. Teresa le pide dos cañas. Y una tapa de palillos, ¿no?, comenta divertido, el camarero.
-¡Suéltalo ya, me tienes en ascuas!
-Lo veo todos los días. Por la mañana, en el autobús.
-¿Desde cuándo?
-Desde que empezamos las clases?
-¿Te ha dicho algo?
-Nada, creo que ni siquiera me mira.
-¿Y tú?
-Nada, sólo lo miro, disimulando.
-Ya. Me imagino lo bien que disimulas esa locura que te ha dado.
-Vale, lo intento, aunque supongo que no lo consigo.
-Apostaría algo a que no.
-¿Cómo sabes que él ni te mira?
-Siempre lleva gafas de sol.
-¡Qué listo! Él sí sabe cómo disimular. Esta tarde vamos a conseguirte unas gafas de sol, guapa.
-Pero hoy ha sido distinto.
El camarero les avisa desde la barra que sus cañas están esperando. Amanda se levanta, las coge en la barra y las lleva hasta la mesa.
-Acelera, nos quedan veinte minutos.
-Ha sido distinto...
-Eso ya lo has dicho.
-No me pongas nerviosa.
-Está bien, sigue.
-Acababa de subir al autobús temblando como una vara, tratando de no caerme de culo en medio del pasillo, hasta que encontré un hueco y me agarré a la barra. Él estaba sentado al fondo del autobús y para verlo tenía que girar el cuello al menos un poco. Iba mirando hacia la calle y sonrió levemente...
-Ese chulo se lo está pasando pipa. Y dices que ni te mira, ya.
-Después me puse en el hueco donde no hay asientos y me apoyé en el cristal. Así podía verlo con más facilidad. Él no cambió su postura en ningún momento. Sólo cuando estaba llegando a mi parada, unos segundos antes de que se abriera la puerta, levantó una mano, la acercó a su boca y la mordió lentamente.
Teresa estalla en carcajadas sonoras. Amanda enrojece y ríe.
-Esta tarde después de clase vamos hasta SEPU, nos probamos los sombreros y te buscamos unas gafas de sol.
-Estás loca.
-Le dijo la sartén al cazo.
Se levantan, se acercan a la barra, revuelven en sus monederos y pagan las cañas. Exquisita, la tapa de palillos, le dice Teresa al camarero.
-Volved esta tarde y os pongo algo para acompañar a los palillos, invitación de la casa.
-Te tomamos la palabra, chaval, que sea algo fresco, como tú. Corre, Teresa, que nos va a pasar el autobús y si lo perdemos tenemos bronca segura.
Llegan a la parada casi sin respiración y en ese momento están abriendo las puertas los dos autobuses.