sábado, 24 de julio de 2010

SIN DIARIO XI


Ni Amanda ni Teresa habían llevado paragüas y estaba diluviando.

-Otoño.

-Vaya con el otoño. ¿Vamos a tomar una caña y me lo cuentas?

-Vamos.

Pusieron sus carpetas de anillas sobre sus cabezas y echaron a correr riendo.

-Los Rolling le están sacando la lengua a la lluvia, a ése que nos la manda con tanta generosidad.

Alcanzaron unos soportales y se detuvieron. Sus carpetas estaban completamente mojadas y ellas apenas habían conseguido mantener a salvo parte de la melena. Amanda seca con la manga del chaquetón la carpeta donde, además de otros símbolos, destaca la inconfundible lengua.

-Venga entremos en ése mismo.

-Pero, Teresa, está lleno de viejos, vamos al de al lado, están poniendo Satisfaction.

-Bueno, vale, pero no la líes, tenemos poco tiempo y me vas a dejar a medias con tu novelita de amor.

Se sientan en una mesa del fondo buscando la intimidad necesaria a las confidencias. Proud Mary envuelve la voz del camarero que les pregunta desde el otro lado de la barra, qué van a tomar. Teresa le pide dos cañas. Y una tapa de palillos, ¿no?, comenta divertido, el camarero.

-¡Suéltalo ya, me tienes en ascuas!

-Lo veo todos los días. Por la mañana, en el autobús.

-¿Desde cuándo?

-Desde que empezamos las clases?

-¿Te ha dicho algo?

-Nada, creo que ni siquiera me mira.

-¿Y tú?

-Nada, sólo lo miro, disimulando.

-Ya. Me imagino lo bien que disimulas esa locura que te ha dado.

-Vale, lo intento, aunque supongo que no lo consigo.

-Apostaría algo a que no.

-¿Cómo sabes que él ni te mira?

-Siempre lleva gafas de sol.

-¡Qué listo! Él sí sabe cómo disimular. Esta tarde vamos a conseguirte unas gafas de sol, guapa.

-Pero hoy ha sido distinto.

El camarero les avisa desde la barra que sus cañas están esperando. Amanda se levanta, las coge en la barra y las lleva hasta la mesa.

-Acelera, nos quedan veinte minutos.

-Ha sido distinto...

-Eso ya lo has dicho.

-No me pongas nerviosa.

-Está bien, sigue.

-Acababa de subir al autobús temblando como una vara, tratando de no caerme de culo en medio del pasillo, hasta que encontré un hueco y me agarré a la barra. Él estaba sentado al fondo del autobús y para verlo tenía que girar el cuello al menos un poco. Iba mirando hacia la calle y sonrió levemente...

-Ese chulo se lo está pasando pipa. Y dices que ni te mira, ya.

-Después me puse en el hueco donde no hay asientos y me apoyé en el cristal. Así podía verlo con más facilidad. Él no cambió su postura en ningún momento. Sólo cuando estaba llegando a mi parada, unos segundos antes de que se abriera la puerta, levantó una mano, la acercó a su boca y la mordió lentamente.

Teresa estalla en carcajadas sonoras. Amanda enrojece y ríe.

-Esta tarde después de clase vamos hasta SEPU, nos probamos los sombreros y te buscamos unas gafas de sol.

-Estás loca.

-Le dijo la sartén al cazo.

Se levantan, se acercan a la barra, revuelven en sus monederos y pagan las cañas. Exquisita, la tapa de palillos, le dice Teresa al camarero.

-Volved esta tarde y os pongo algo para acompañar a los palillos, invitación de la casa.

-Te tomamos la palabra, chaval, que sea algo fresco, como tú. Corre, Teresa, que nos va a pasar el autobús y si lo perdemos tenemos bronca segura.

Llegan a la parada casi sin respiración y en ese momento están abriendo las puertas los dos autobuses.




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