sábado, 19 de junio de 2010

Di-vagando.



La cuestión era…
Pienso. Diván enternecido.
No, no me lo diga, no quiero oírlo.
El techo tan limpio, ni una telita de araña, ni el hombre idem que trepa.
Labios pronunciando y
lento, adentro, viajo…
Vía láctea derramándose en el interior del universo.
Es la duda, ¿sabe? A veces también el miedo.
Pero lo dijo, lo dijo, lo dijo…


Camino.
La medida obsesiva en el teclado pasmado
y la mesa del bar
y el cristal
la lluvia biselada
la libreta debería ser cuadriculada
los renglones me pierden
no me atrevo
y a un T.Q. directo
el vuelo abierto sobre la nube más densa
y el cuarto menguante enredándote
en la ficción que suena
te escribo como me da la real gana
y si no existes en ese planeta del beso
cambio las coordenadas
me sitúo en tu mapa
el de tu hombro y tu espalda
en tus brazos y tu mirada
libero el ancla y me elevo
ya casi lo he tecleado…


… ha despejado
el jardín perfecto de los vientos y la cometa
la infancia te colorea el agua
la melodía que baja hasta el eje
siente hasta el hueso de cada historia
te ata a la pupila del día y de la noche interior
y sin reproche
disfraz hecho jirones
a los pies de la cama solitaria
me duermo
ya mismo
escuchando la corriente clara
tu voz baja flotando…
 
 
 
 
 
 
 

¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,...!


Quería escribirte, no pensaba en otra cosa, es cierto.


Ahora estoy en el ensayo. Hemos parado un rato. Él está extenuado. Y yo pienso en escribirte.

Ayer terminé muy tarde y además hace dos días que el servicio técnico no logra restablecer las conexiones de la zona.

Siempre se equivoca en esa frase. La misma, cada vez que la pronuncia tropieza con el nombre del olvido.

Se cayó la red, señora, eso me dicen. Y yo haciendo alarde de paciencia y sentido del humor, les ruego que no dejen a los trapecistas en el vacío. Creo que no me han entendido.

Le veo tan desamparado en este momento, me gustaría saber cómo consolarle… Los primeros errores fueron motivo de bromas, resultaron graciosos, todos lo celebraron e incluso él mismo ironizó al respecto.

No entendieron, seguro. El caso es que no he podido usar el correo electrónico. Sé que no puedo llamarte…

No puedo evitar sentir pena, ha pasado tiempo suficiente como para superar el dolor y sin embargo… Está sentado sobre un taburete con la máscara entre las manos y desde aquí me ha parecido ver sus ojos llorosos. Todavía la quiere…

Quería escribirte, aunque no tengo nada que contarte, todo está igual. Hay que reanudar el ensayo.

Se incorpora como si llevara el peso de un siglo sobre sus hombros y sus manos tiemblan ligeramente.

Qué te voy a contar, hace sólo una semana que te marchaste a Calcuta con tu mujer. Todo sigue igual. Mi trabajo, el grupo de teatro…

Me mira y sonríe con cierta resignación, me acerco. “No lo pienses más, no tiene importancia”, le digo con un acento y una voz que no reconozco como mías, "cuando llegue el momento de decirlo, esa maldita frase, quiero decir, mírame, ya sabes que yo me llamo igual que la protagonista".

Todo sigue igual, pero en cuanto pueda te escribo, porque creo que debemos hablar, cuando vuelvas.

"Vamos, dilo, prueba". Y lo dijo: ¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,…! Y después sonrió y todos aplaudimos y …



("Bicho Otelo escrutando la representación")



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