miércoles, 4 de agosto de 2010

SIN Y CON DIARIO XVI


Aquella noche de su dieciseis cumpleaños, cuando la casa se quedó a oscuras, Amanda, dejó el libro que estaba leyendo y tomó el diario entre sus manos, como si estuviese a punto de descubrir un mundo desconocido y éste fuese extremadamente frágil.


Tomó un bolígrafo y, con cierto temor, anotó Madrid, seguida de la fecha. Después escribió Mi querido diario, lo había leído en algún libro. Puso dos puntos y mordió el bolígrafo, pensando en cómo seguir o en qué contar. Le estaba resultando más difícil de lo que creía, no era lo mismo que escribir poemas. En los poemas ella se mantenía a través del lenguaje a una distancia prudente. El diario era distinto, tenía que hacer acto de presencia en las palabras y nombrarse, las veladuras que le permitían algunas metáforas, escapaban a la intimidad del diario y a la desnudez de contarse.

Así, después de Mi querido diario, escribió.

Hoy, por primera vez en la vida tengo dieciseis años y tú eres el regalo que más me ha gustado. Ahora me parece que tienes demasiadas páginas en blanco y me siento perdida, como si tuviese que encontrar un camino sin ningún mapa.

Empezaré por las cosas más importantes de lo que me está sucediendo. Todo lo es, pero hay algo, que como tú y los años cumplidos, no me había ocurrido nunca.

Es tarde y estoy cansada. Te lo iré contando todo, esta noche sólo puedo decirte que sobre mi mano se ha grabado una huella indeleble. La mano con la que escribo esto y la mano con la que no me atrevo aún a escribir la palabra. Sólo tiene cuatro letras y un significado difícil de explicar. Cuando la pronuncio, susurrándola, sola, en mi habitación, algo pasa dentro de mí, cambiándolo todo. Me vuelvo más ligera, como si estuviese flotando en el aire.

Querido diario, hasta mañana.


ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog