lunes, 9 de noviembre de 2009

APUNTE XI




Ese día era su cumpleaños y conducía hacia el colegio con los niños en el asiento trasero. Iban entretenidos, ambos dibujaban y él había puesto música. Pensó que la mañana empezaba con buen pie, que si todo seguía así tendría un cumpleaños perfecto. Además, el sol comenzaba a elevarse y prometía entibiar esa mañana de otoño.

Al parar en un semáforo, miró hacia atrás por el espejo retrovisor y vio a sus hijos, la parejita soñada por todos, increíblemente tranquilos.

Cuando llegaron a la puerta del colegio, bajó, les abrió la puerta, los niños bajaron, le dieron un beso y salieron corriendo. Unos metros más adelante, la niña se dio la vuelta para saludarlo con la mano como hacía siempre y le dijo: "Feliz cumpleaños, papi, te hemos dejado una cosa en el asiento". El niño repitió: "Feliz cumpleaños". Y ambos volvieron a emprender la carrera hacia el colegio.

Él fue a la parte de atrás y recogió los dibujos que tan silenciosamente habían estado haciendo los niños. El chico había dibujado una tarta de cumpleaños y había escrito una dedicatoria. La pequeña, dos años mayor que su hermano, había hecho un extraño collage. No sabía por qué su hija prefería mezclar elementos tan disparatados o transformar personajes de revistas.

Ya al volante, se miró en el espejo retrovisor al tiempo que lo ajustaba y vio la mancha en el cuello de su camisa. Esa mañana se había hecho un pequeño corte afeitándose. La mancha ya estaba seca y el color se había tornado en un pardo rojizo, ya nadie diría que era sangre. Arrancó y volvió a pensar en el extraño dibujo de su hija y en la tarta dibujada por su hijo. Sonrió, estaba emocionado y seguro de que sería un cumpleaños maravilloso.









ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog