domingo, 12 de febrero de 2023

CIEN METROS CUADRADOS


    Eran jóvenes, el amor les cabía en cualquier parte, se expandía en su interior colmándolos de emociones y sensaciones. Apenas necesitaban cosas, se tenían el uno al otro y de esa forma lo tenían casi todo.

    Su amor era un torbellino nocturno recalando en las fases lunares. Una posada donde pasaban los días esperando sus besos huéspedes. Su amor era verdadero y constante como la nieve en los picos más altos. Una colina verde sobre la cual sus sentimientos enormes se deslizaban suavemente.

    Habían comprado un apartamento donde se acomodaban mal los amigos que los visitaban. Sin embargo, eran felices en esos cuarenta metros cuadrados de intimidad conjunta. Lo cierto es, algunas veces lo hablaban, que no les quedaba espacio para la necesaria y sana intimidad individual.

    El tiempo transcurrió deprisa.

    Rondaban los cuarenta cuando la necesidad de una casa más amplia se les planteó como imprescindible. Ella había corregido textos en el escritorio que habían habilitado en el único dormitorio, mientras él escuchaba música con sus auriculares y hojeaba el periódico. Él había terminado trabajos en el mismo lugar mientras ella leía. Habían planificado sus intimidades individuales sin que les ocasionara problemas. Y la hora de la cena seguía siendo un remanso de complicidad. No obstante, la adquisición de una vivienda más grande iba siendo perentoria, ya no sabían dónde guardar los libros que iban comprando cada uno y el trastero rebosaba.

    Rondaban los cincuenta y pico cuando los cien metros cuadrados, que habían comprado tan felices, se convirtieron en una trampa. Los metros que tenían bajo sus pies les estaban enterrando poco a poco entre habitaciones con ecos de explicaciones y reproches que jamás se habían hecho. Él llegaba tarde, cada día tenía más trabajo y no utilizaba el despacho de su casa salvo en contadas ocasiones. Ella echaba de menos las rutas de senderismo y detestaba el sedentarismo al que ahora se dedicaban. Él fumaba con fruición en la ventana de la cocina porque ella había dejado de fumar. Cuando los visitaban los amigos comían en un espacioso comedor, aunque los reproches condimentaban sus alimentos.

    Cien metros cuadrados no son suficientes para convivir con alguien que ya no te quiere. Dicen que cuando el desamor entra por la puerta, el respeto sale por la ventana. O no lo dicen, pero se sabe.

    Ellos vendieron la casa y se repartieron el dinero.


ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog