jueves, 11 de enero de 2024

SIN TÍTULO - XVI

 

     Era mía esa perla joven que guardaba en el cuenco joyero, como una bendición para perdonar. Lo he perdonado casi todo, me faltan los ladrones del sueño y ese robo no sé perdonarlo.

    Las noches vacías me asustan con su negrura, ese pasadizo sin nomenclatura que me arrastra sin piedad por las horas.

    La memoria de los sueños es un legado eterno y santo. El hurto de las imágenes nocturnas es un delito grave. Por qué se queda el día incompleto en la fallida mañana, al salir del claustro divino. ¿No debería hacer espuma la ola onírica sino telar oscuro y alterar así el paisaje del Hacedor? La curación no es posible sin ese rincón tan bellamente creado para todas las noches memoriosas.

    Así, en la umbría matinal, el perdón huye de signos rotos.


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