viernes, 19 de junio de 2009

DIARIO VI

05:00h- Otra vez. Un hipotético gallo carcome con su arrogancia las entrañas del sueño. Está tan oscuro, me siento ridícula en este trasnoche matutino. Ron vino a ver qué sucede, me ve poner la cafetera en el fuego, gira sobre sí mismo y se va con claras intenciones de seguir durmiendo.

La otra noche, Raúl llegó tarde y me encontró dormida en el sofá. Estaba más animado, había disfrutado de la película y si bien no relacionó nada de la misma con su pérdida, tampoco dio muestras de querer extenderse en la conversación.

Ayer, al mediodía, mi hijo Alberto me llamó cuatro veces seguidas. En realidad no tenía nada especial que contarme. Está bien, se divierte con sus amigos, van todos los días a la playa, juega al fútbol, pasea, lee, “lo típico, mamá”. Me lanzó el interrogatorio pertinente sobre el estado de su tío y sobre mi ánimo. Las cuatro llamadas se debieron únicamente a otras llamadas que entraban y tenía que atender porque esperaba una en concreto. Conoció a una chica que lo tiene “flipado”.

No quiero hacer ruido, es una hora incómoda para estar despierta. Tengo la impresión de estar atada a la silla.

De pronto llega el recuerdo de tu llamada. También ayer. Estás aquí por motivos laborales y quieres invitarme a cenar. Llamaste por la mañana, en el intermedio de una reunión. Te has enterado, a través de mi prima Mada, de que estoy aquí y de que mi hermano Raúl está enfermo. Mada ha sido discreta.

Sí, Raúl enfermó de pérdida, carencia y vacío ante la inevitable ruptura. La verdad es que pudo haber sido más grave.

No sé por qué, cuando nos encontramos, sentí que te convertirías en la excusa adecuada para accionar la válvula de escape y dejar salir algo de presión. Así fue. Después de la cena, en la que resumimos nuestras respectivas cotidianidades desde que no nos veíamos, y de eso hacía ya bastante, te conté la situación real de mi hermano.

La borrachera del madrugón embota un poco mis sentidos. Sigo pensando en la sorpresa de tu llamada.

Algo me distrae de la escritura. Un pedacito de cristal de lo soñado –no suelo recordar mis sueños-: tú estás en la parte trasera de un coche, has llegado a algún lugar y te dispones a bajar. Ningún sedimento más.

06:30h- Saldré a caminar un rato o acabaré con dolor de espalda de nuevo.

(La tiza de espuma estará bordando ondas en la arena. Humedad y olvido, borrando huellas sobre el mullido lecho de la playa.)

06:35h- Oigo pasos en el pasillo. Quizá algún fantasma habite como huésped o tal vez, misteriosamente, Raúl se haya levantado.

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