domingo, 30 de enero de 2011

LVII (57)



23:00h-Envío un mail a Mada.

Querida Pitonisa:

El ojo y el tulipán de los posos de café, se reunieron con tu primo Raúl y conmigo esta tarde. Algo tuvo que ver también el travieso espíritu de la abuela.

Raúl fijó la vista en ese cuadro del que nunca quiso desprenderse, la abuela lo tenía en el lugar más penumbroso del pasillo. Ése en el que se ve un peldaño de piedra y un caldero con flores. De esa manera, concentrado en la lámina, empezó a hablar, a contarme cómo había conocido a Silvia. Al principio me sentí algo confusa y pensé que volvíamos a las andadas con su mono tema de la ruptura. Pero en la medida en que iba avanzando, me di cuenta de que no hablaba de su extraviada Silvia, sino de la Silvia de su infancia, la hermana de Vampi.

Supongo que así se cumple tu vaticinio, lo que sucede es parte de un todo moviéndose.

¿Qué diría la abuela, si supiera que precisamente ese cuadro ha retornado a su nieto a la infancia, a un nombre que se repite en su vida?

No te miento si te digo que un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, cuando comprendí que Raúl estaba recordando a aquella Silvia, que por supuesto no es la Silvia que se fue.

Cuando hablemos te contaré los detalles.

Un abrazo.



La voz de Raúl todavía resuena en la sala, cuando se levanta y se lleva a Ron de paseo. Sobre mi regazo el viejo diario con mis palabras, uniéndose de alguna forma a las de Raúl.

“Ese día su hermano me preguntó dónde vivía y le indiqué la calle, dos paradas de autobús después de la de ellos, comentó. Estábamos cerca y tú cruzabas la calle, venías de la droguería, recuerdo que llevabas una bolsa en la mano, por eso lo supe. Les dije, señalándote, que eras mi hermana, me despedí de ellos y eché a correr con la intención de alcanzarte.

Algunos días Silvia y yo volvíamos solos del colegio, Vampi no siempre iba a esperarla. Uno de los días en que nos acompañaba, dijo que te conocía, que os habíais conocido por casualidad en un bar. Añadió que eras muy guapa y que tenías una mano muy rica. No entendí lo que quiso decir. Silvia se reía.

Al día siguiente, en el patio, Silvia me dijo: Mi hermano está enamorado de tu hermana y tú te vas a enamorar de mí. A partir de entonces, cuando me daba tiempo, antes de entrar en el colegio, recogía algunas flores, las guardaba en la mochila y en el recreo se las daba. La mayoría de las veces bastante mustias. A ella no le importaba, siempre me lo agradecía con un beso.”

23:00h-Mi puntualidad en el diario no es tan exacta, a veces los minutos antes o después son reflexivos, a veces la ensoñación me traslada a otros mundos o dimensiones de las que vuelvo con la extrañeza en las palabras o como si hubiesen sido tamizadas. A veces distraigo una frase sobre la curva transparente del humo dispersándose. A veces atiendo a los murmullos de la casa, silencio invadido por rumores extraños. Otras veces, la hora escrita pestañea sobre el papel hasta que me alcanza la madrugada con su antorcha y sigo el laberinto interior. Otras veces, como hoy, veo a la niña besando la mejilla de mi hermano, con el ramillete de flores en su mano, inventando el futuro que no es hoy.

Y, como hoy, dejo a los niños besándose y me acerco a la ventana de ayer.

01:01h-Primero maldigo. Después perdono, quién sino yo podría perdonarme esta última taza de café sin ti.


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