Y retorna a la Amanda niña volando en el aire del primer amor.
Los escaparates, la gente dirigiéndose a su trabajo, los coches, todo ha sido eximido del etéreo instante. Ha recuperado su tesoro, observa su mano, esa leve marca y un resto aún húmedo. Se detiene frente a un escaparate, mira a los lados y, cuando se cree segura de miradas indiscretas, acerca el dorso de su mano a sus labios.
La mujer que es ahora rememora la sacudida en el alma y siente algo de aquello enredándose a su epidermis. En la azotea de un Madrid ardiente de verano y de incógnitas en el presente de Amanda.
Expulsa el humo de su cigarrillo escribiendo mentalmente el nombre del amor.
martes, 10 de agosto de 2010
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