viernes, 5 de junio de 2009

DIARIO I

¿Recuerdas cuando entreteníamos los verbos en símiles de astros y sembrábamos plenilunios sobre los interminables espacios que imponía la distancia?

20:00h- El mar y su vaivén, la indecisa costumbre de cosquillear entre las rocas. Te veo, no estás pero te sigo viendo. Aquí se abre la ventana al lomo del horizonte y la extensión del agua ya no me parece infinita, he descubierto la sutileza de su límite infranqueable. De alguna manera, esta ventana abierta no es sino un trampantojo que induce al regreso. Aún así, algunas noches pintan un bellísimo e ilusorio paisaje de brillos sobre la tela negra del agua.

Te busqué en todos los remites, en los extraños “asuntos” y en los confusos mensajes de plegarias e imágenes. Soñé la epidermis de tu espacio en éste tan lejano a tus costumbres, como si te hubieras convertido a la lengua primitiva de mis besos de papel.

21:00h- Los recovecos del cielo siguen siendo un presagio fantástico: es hora de matices, cuando los signos delatan el giro –el centro extraviado- en las variadas tonalidades.

Decía carmines y sé que tú –esperado- esperabas los labios del deseo mítico, traspasando la seda del aire: alientos cálidos fundiéndose, el verso delirante recorriendo el cuello de arena, humedad y salitre.

El faro cumple su estrategia de parpadearle al desamparo marino.

¿Fuimos peces, lo recuerdas? Y caímos en las redes tejidas por nosotros mismos, en intervalos de silencio y ausencia.

Algunos instantes oníricos me depositaron palabra abierta al otro lado y reclamaron sedientos la mano extendida sobre la espalda del mundo que ya no era: tu mano esculpiendo la forma que tendría el gemido al abrirse camino hacia Venus, en la galaxia más remota de alguna madrugada.

A sabiendas de la insalvable distancia y del desconocimiento de los gestos que nos rodearon en ese círculo mágico, la terca ficción impuso leyes atávicas y secretas, desvelando en la invisible piel abrazada el sortilegio del tiempo.

23:00h- A veces el viento, comparte su eco con la voz grave de un buque entrando en la bahía.


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