Cenizas. No estabas en la iluminación que cabalga hacia la torre marfileña. Ardió el verso y la lágrima redujo el último rescoldo a lodo. Palabra fango.
Había reordenado nubes y reflejos de atardeceres sobre la mesa de la primera cena que no fue. Abrí de par en par la puerta y me senté a esperar la llegada de tu nombre desquiciado en tantos laberintos.
Y las nubes deshicieron su tejido, colgando rastros de ámbar silente bajo la hora solitaria, cuando los almohadones despliegan su inquietud. Con la advertencia del extenso embozo, espiral del mal sueño apresando la cintura del anhelo, huyó la caricia desamparada. Presentí el regreso de los temores, en la transpiración excesiva del cristal que mira a la Diosa.
La forma fantasmagórica inscribió su poderosa amenaza sobre los segmentos febriles y abandonó la añorada promesa en un profundo abismo. Los días pasaron sus páginas rutinarias exentas de sublimes mensajes: cada amanecer una esperanza defraudada a medianoche.
Hoy estoy aquí de nuevo, ahuyentado el miedo, desmemoria de pies a cabeza, besándote la letra inédita. Inventándote.
martes, 2 de junio de 2009
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