miércoles, 11 de agosto de 2010

SIN DIARIO Y CON DIARIO XXI


Pasaron algunos días y Amanda no escribió nada en su diario. Abría la caja de cartón donde lo guardaba, lo miraba como si fuese un objeto animado y volvía a cerrar.

Una noche, después de cenar, fue a su cuarto y decidió enfrentarse otra vez al poder de atracción del cuaderno y al temor de reflejarse. Se propuso contar algo de lo que sucedía en su entorno, ella también estaba en esos acontecimientos, se dijo, y así superaría esa frontera descarnada de verse en cada frase, como si estuviese desvistiéndose para un examen médico.

Querido diario: Todavía no se han dormido y sus voces, sus sonidos por la casa, me distraen un poco. No es que no tuviera nada que contar estos días, siempre pasa algo. Por ejemplo, Raúl, montó en la bici que le prestó un amigo y se cayó, tiene un chichón, una rodilla pelada y un codo de color violeta. A mi madre casi le da un ataque cuando lo vio entrar con el pantalón roto, manchado de sangre y la frente empezando a hincharse.

Pero lo más importante, aparte de lo del "Comemanos", es lo de Teresa.

El día que fuimos a comprar las gafas de sol, cuando entró en la cabina de teléfono con intención de llamar a casa, la esperé dando vueltas por la acera. Tardaba, así que me acerqué y abrí la puerta, estaba llorando. Caminamos hasta el comercio sin decir nada. Pasé el tiempo, para olvidarme del disgusto de Teresa, y porque no puedo evitarlo, pensando en Vampi, el "Comemanos". Esa tarde no me contó nada.

El otro día, al salir de clase, fuimos caminando juntas, como siempre, hasta la parada del autobús y me lo dijo.

Su padre estaba más contento de lo normal, se dio cuenta porque se reía , no atendía a lo que le decía y se le trababa la lengua al hablar. Dice que no es la primera vez que se pone tan contento, últimamente está así a menudo.

Su madre, cuando lo ve tan contento, llama a una amiga que vive en el mismo edificio y se van a tomar un café. El padre se queda solo en casa y saca del mueble bar la botella de Soberano, que tienen para las visitas, y se toma un par de copas viendo la tele. Cuando la madre vuelve, casi siempre se ha quedado dormido en el sofá con la tele encendida y ya ni cena, no hay manera de despertarlo.

Teresa está preocupada, cree que su padre se parecerá a su abuelo, que siempre se emborrachaba. Tenían que ir a buscarlo al bar del pueblo, bebía tanto que no podía volver solo a la casa.

Mi padre también se pone contento algunas veces, en las fiestas, no siempre. Mi madre no se va. Cuando lo ve demasiado alegre le saca la copa de la mano y se la vacía, luego le pone delante un vaso con agua o refresco y él no dice nada, se lo bebe y sigue como si no pasara nada.

Teresa dice que le da en la nariz que su padre y su madre están peleados por algo, que no se quieren como antes.

Ayer le comenté algo a mi madre, sin decirle que se trataba de Teresa. Le dije que una compañera de clase nos lo había dicho a Teresa y a mí. Ella piensa que son tonterías, cosas que se pasan en poco tiempo.

Teresa está muy triste y tiene razón, las dos sabemos, no somos unas niñas, que a veces esas cosas no se pasan.

Lo mejor, Vampi, el "Comemanos", después de darme un susto de muerte, me ha hablado.

Otra día te lo cuento.
 




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