Desde allí se deslizan las palabras que querías oír,
todas buenas, prometedora amalgana en presente
y alivio de los desmesurados sentimientos.
Los labios desnudos en movimiento emotivo
de los que surgen la paz necesaria
y el permiso del llanto.
Labios gráciles a los que estás agradecida
y aguardan, además, la lluvia de misterios,
como una cadena de besos que no tiranizan la piel.
Observando su pálpito y recordándolo luego,
sueles ir al sueño como a una visita redentora.