martes, 30 de noviembre de 2010

XLVIII



23:00h- Alberto se ha ido, creo que definitivamente, en el fondo ambos lo sabemos. Nos pesa y nos cuesta admitirlo.

Es el primer día que el pequeño y yo estamos solos. La mañana me partió el corazón. Albertito jugaba a buscar a su padre, algunos días él se escondía y el niño buscaba en los sitios más inverosímiles. Esta vez no ha sido un juego. Reprimiendo la tristeza y el llanto le mentí, a los niños, a veces, no queda más remedio que mentirles, hasta que estén preparados para la verdad.

He pedido un mes de vacaciones sin sueldo en el trabajo, quiero paliar de algún modo lo que supondrá la ausencia de su padre. Sé que no es lo mismo, es lo único que se me ocurre. A lo largo de este mes, quizá se resuelva la situación.

Anoche recuperé la olvidada costumbre del diario, me ayuda a comprender y me acerca a lo más recóndito, a lo más oculto de mis emociones.

Aparece V. El celuloide guardado gira delante de mis ojos y muestra imágenes habitualmente ignoradas. No es que haya extrañado la presencia hace tiempo perdida.

Teresa te mencionó el otro día. No se lo conté, nunca supe hasta dónde estaba autorizada a divulgar tu secreto. Nunca supe tampoco cómo me localizaste en aquella ocasión, hilos misteriosos como flecos de algo inacabado. Fue tu hermana quien me llamó: "V está mal, le gustaría verte". Y sin pensarlo fui, apenas colgué el teléfono.

Ya no estás abuela. ¿Estoy yo? ¿Por qué viene otra vez el mar a ahogarme, con su recuerdo pulido? Me tiembla el pulso y no sé si salgo a la calle o al túnel en el que aún estoy.


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