sábado, 4 de septiembre de 2010

SIN DIARIO XXXIV

Diminuta equilibrista sobre la baranda de la terraza. Su lomo brilla. La mujer cubierta de insectos de adolescencia sensible.

Por qué nunca grita, estremeciéndose de asco, ante la visión de una cucaracha. Por qué se queda observando el brillo blanquecino sobre su lomo y la forma en movimiento.


Los adolescentes, pactaron con palabras y más besos. Las horas de la mañana se consumieron como los fuegos artificiales, estallaban luces y más luces de colores. El remordimiento por la clase perdida no hizo acto de presencia.

Prioridades del alma, escribió la niña, la noche siguiente, y la palabra amor hasta que llegó al final de la página. Y a pesar de creer que dibujar corazones era una cursilada insoportable, dibujó corazones de varios tamaños, como burbujas saliendo de la boca de los peces amantes, nadando hacia el borde del cuaderno.

Por la mañana entra en la cocina envuelta en su halo amoroso. Busca música romántica en la radio, canciones que hablen de su amor y se lo recuerden, lo repitan, lo cuenten a todas horas... No se da cuenta de cómo la miran sus padres y Raúl. Éste esconde la sonrisa en la taza de colacao. En un instante en que su hermana baja a la realidad cotidiana del desayuno en la cocina, le guiña un ojo y Amanda enrojece, despertando de su ensoñación.

La madre disimula y el padre refunfuña algo incomprensible, recuperando la emisora de las noticias.

En el pasillo, saliendo de casa, se cruza con su hermano y le dice, muy seria, con el dedo en alto, tú y yo tenemos que hablar. Raúl sonríe y le dice que se limpie el bigote. Amanda echa un vistazo rápido en el espejo de la entrada, una fina línea de chocolate sobre su labio superior, se limpia y levanta otra vez el dedo hacia su hermano antes de salir.

Baja las escaleras y sabe que falta algo. No ha sonado el teléfono, es eso.

Sube al autobús de forma diferente. Sin titubear se dirige al asiento junto a Vampi y ve que esconde algo rápidamente en el bolsillo de su abrigo.

Hoy no has llamado. ¿No me vas a dar un beso? Buenos días. ¿Aquí, delante de toda esta gente?

Se acerca y lo besa fugazmente.

Hoy no has llamado. Ya te dije que tuvieras cuidado con esos enfermos que llaman y no dicen nada. ¿Cómo sabes que no dice nada? Si dijera algo sabrías por qué llama. Eres tú, seguro que eres tú. ¿Qué soñaste esta noche, colecciono sueños? ¿Qué escondiste en el bolsillo antes de que me sentara? Parece que tenemos varias preguntas sin respuesta. Abre tu carpeta y apunta. Que apunte qué. Las preguntas que no nos hemos respondido y no tendremos tiempo de responder antes de que te bajes. ¿Estás hablando en serio? Claro. Venga, rápido, apunta y dime a qué hora nos vemos esta tarde.

Amanda abre su carpeta de anillas y anota. Vampi: qué soñaste. Amanda: qué escondiste. Cierra la carpeta.

Mi hermano se ríe de mí. Ese enano, por tu culpa. Se ha dado cuenta de todo. ¿De qué se ha dado cuenta? Apunta, Vampi, de qué se ha dado cuenta. Por cierto, por qué me llamas Vampi. Apunto, Vampi, por qué me llamas Vampi.

Lo besa rápidamente en los labios.

A las seis y media aquí mismo, en esta parada. ¿Puedes? Sí, hasta la tarde, corre. Y ella se baja.

Teresa está en la entrada del Instituto.

-¿Qué te pasó ayer? Por la tarde estuve a punto de llamar a tu casa, si no fuera porque mi padre estuvo potando toda la tarde, ese cerdo.

-Teresa, tía, es tu padre.

-Y un cerdo, tenías que verlo potar y quejarse, medio zombie.

-Hay que hacer algo, se va a enfermar.

-Ya está enfermo. No aguanto más a esos dos. Son mis padres, pero no los aguanto. ¿Me vas a decir que te pasó?

-Estuve con Vampi.

-Os habéis enrollado, lo sabía, si estás boba perdida.

-Luego te lo cuento, vamos a clase o nos la cargamos, que yo ya falté ayer.



Sobre el pavimento gris de la azotea, el aire cálido mezcla en una misma copa transparente el sentimiento puro y los sentimientos quebrados. Amanda se asoma y distingue las paralelas que conforman la avenida iluminada.
 
 

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