Es en ese preludio,
la voz de la soledad haciendo espumas
sobre las rocas de la orilla.
Los paseantes ven mi silencio desnudo batiéndose.
Son estos momentos
los que hablan de amor aunque no lo desee,
se salvan las cuatro letras,
se inscriben en el secreto de mirarte contra el tragaluz del miedo.
Algunas veces pregunto al ocaso
qué miedo torpe corresponde a esta madurez inerte
y cierro comillas tras los dos apelativos,
camino con esa carga en mi mochila risueña,
sabe que hay un hueco que te nombra.
La tarde solitaria me habla de ti:
cada cierto tiempo temo perderte...
Nunca te tuve
y sin embargo hubo momentos en los que la cercanía me atemorizó.
La playa, los pies descalzos,
salitre en mis arterias
y ese deseso de conversar contigo
al borde de esas puntillas de un mar en calma.
Todo se convierte en posibilidad
y es ese instante de terror
que me hace correr hacia la trinchera de dama solitaria.