jueves, 16 de diciembre de 2010

SIN DIARIO Y SIN NADA.




Esta noche no sé qué pasa, es como si no estuviera, como si me hubiese vuelto nebulosa o voluta de humo descendente -cosa nada fácil, por cierto-, pero siento que algo de mí se evapora.

No hay nadie. Los personajes se durmieron, a lo mejor es que van a hibernar, no me advirtieron de que tus propios personajes pueden decidir hibernar y listo. Esto me joroba.
Les he llamado varias veces, llamé al teléfono de la “esperanza” y nada. Me dicen que no tienen ni idea de ese tipo de problemas, que acuda a algún centro de salud mental. Les digo que mis personajes estaban completamente cuerdos, qué me podrían resolver allí. 
 
Lo he intentado con telepatía y ha resultado inútil, me afectó la teleapatía, ninguna conexión con ellos.

Estoy desolada, qué voy a hacer sin ellos, cómo conciliar el Sueño sin esos fantasmines rondando alrededor del lecho.

Si alguien tiene alguna pista, por favor póngase en contacto conmigo. Es realmente urgente, cuestión de vida o muerte.

Stop.

 (Esto lo vi en un hospital, no recuerdo si era electroencefalograma o electrocardiograma)

P.D.: Sé que como telegrama es más largo de lo habitual y me va a costar una pasta. Lo siento, soy insolvente.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

L (50)



Me había puesto tu jersey azul, tu olor, las reminiscencias de nuestra adolescencia estimuladas a través de mi olfato. Te escuchaba sin poder evitar un ligero temblor, a pesar de no sentir frío ya.

Las cosas no han sido fáciles. Aún así aproveché estos años estudiando y preparando sin saberlo el futuro que comienza mañana. El niño fue creciendo, guapo, encantador, tierno, cariñoso y sin ningún rasgo parecido ni a su madre ni a mí. Tuve el presentimiento de que el niño no era hijo mío y hablé con su madre. Ella, decía que era mío, que no podía ser de otra forma. No pretendía engañarme, sus padres la obligaron a confesar. El miedo, la juventud, la inexperiencia y la verguenza hicieron el resto. Cada cierto tiempo y en la medida que el niño cambiaba, mi sospecha crecía. Ella no mintió, había tenido relaciones con otro, pero las fechas no coincidían. Insistí en que debíamos hacer una prueba de ADN. Ella estaba tan segura que no se negó. El resultado es el que te estás imaginando, he sido padre, durante todos estos años, de un chico que no es mío. ¿Complicado, verdad?

Mucho, dije, supongo que emocionalmente has pasado por un momento muy duro, el niño no es culpable de nada.

No, no lo es. Y el padre verdadero, la trama infernal del destino, está muerto. Como mi padre, se mató en un accidente de coche, iba borracho como una cuba. Hay más, a su madre, cuando el niño nació, los médicos le comentaron que no parecía ochomesino, sino un bebé nacido a los nueve meses. De todo esto se olvidó. Al parecer en el primer mes de embarazo tuvo su menstruación, es decir, que cuando yo estuve con ella ya estaba embarazada. Un equívoco que truncó mi vida, la suya, y creo que la tuya también, al menos de alguna manera te afectó.

Me afectó tanto que no te lo puedes ni imaginar.

¿Estás enamorada de Alberto?

Creo que estoy embarazada.

Me miraste, sonreíste con amargura y me explicaste que necesitabas verme antes de partir. Debías recoger el extremo del hilo perdido hacía diez años, porque ahora iniciabas un nuevo camino.



lunes, 6 de diciembre de 2010

XLIX




Me abrió el despropósito en tu rostro, la pose decaída y una mal esbozada sonrisa, rodeada por el descuido de tu barba. El apartamento estaba helado y olía a perro muerto. Había ceniceros llenos de colillas por todas partes, platos medio llenos de comida, botellas vacías dispuestas a rodar en cualquier momento hacia el precipicio de la imagen que contemplaba. Tengo frío, te dije, y fuiste hacia un camastro en la esquina de la habitación, sacaste una maleta de debajo, la abriste y cogiste un jersey azul. Es lo mejor y lo más limpio que tengo, dijiste al dármelo.

No contestaste a ninguna de mis cartas, luego te mudaste y durante un tiempo te perdí la pista. Creí que era lo mejor, Vampi, no podía soportar la situación, mantener contacto contigo, hubiese resultado muy doloroso para mí. Me cambié de casa cuando Alberto y yo nos casamos. ¿Y qué tal?, preguntaste, en un tono desafiante y dolorido al tiempo. ¿Qué tal tú?, te respondí, desenvainando el tono al que me inducía el tuyo. No éramos culpables ni tú ni yo, y sin embargo, había cierto rencor indefinido.

Me separé, dijiste a bocajarro, y me voy del país por un tiempo. La idea anterior fue el suicidio, una estupidez. Pensándolo mejor, coincidiendo con una oportunidad inesperada, acepté una propuesta de trabajo. En estos años, he sido todo lo buen padre que pude y el compañero que dadas las circunstancias podía ser. No hubo amor, respeto y algo de cariño, el niño nos unió. Seguiré en contacto con él, al fin al cabo, de alguna manera es mi hijo y soy el único padre que conoce.




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