sábado, 11 de julio de 2009

DIARIO XI


08:00h- Cala bobos. Orvallo. Chirimiri. Llovizna. Tules húmedos: danza transparente, envolviendo a la ciudad en delicados papeles grises. El abultado vientre del sol ocultando pudoroso su ombligo y la cocina en fraganacias de café.

Ron ya sabe que los “chicos” dormirán hasta media mañana y observa mis movimientos analizando hasta qué punto podrá contar conmigo para sus urgencias. Me tomo el café y vamos, le digo. Y él gira y se retira tranquilo, como si hubiese entendido. Me deja a solas en este rato de intimidad, hábito y recogimiento. Admiro el respeto del que hacen gala los perros.

Tío y sobrino, llevan dos días haciendo una moderada vida nocturna. Y Ron ya aprendió el cambio que esto supone. Esa misma circunstancia ha detenido el cuento, aunque no el interés o curiosidad de mi hijo, quien me sugirió la posibillidad de que lo escribiera y así leerlo sin interrupciones. La idea me sedujo, entre otras razones, por escapar un poco del comprometido “a diario”. Este cuaderno y yo somos como una pareja que nunca, o casi nunca, se separa y corremos el riesgo de aburrirnos una del otro o viceversa.

Le escribiré, pues, el cuento a mi niño. Aunque, inevitablemente, sea incluido en este “a diario” de dispares acontecimientos.

Te lo conté y te hizo gracia. Porque tus llamadas han adquirido una frecuencia de cercanía. Y me pediste, si no me importaba, que te enviara una copia por correo electrónico. Y me hiciste otra propuesta.

(Cadena exhibidora de Santa Fantasía, la devoción que nos/me redime de delitos menores e íntimos. Oración que alberga tanto presente y a la vez tanto pasado, en la dislocada sintaxis que ya es futuro. Cadena leve que ata y a un tiempo libera., sanando alas rotas. La estirpe voladora del verbo, conjugado en el silencio herido de una ausencia que no se define y asiste, sin embargo, a la construcción de la frase que nos ha unido vocablo a vocablo entre dientes. Murmullo de uno con sus acepciones, entre la última luz del deseo, acotado el espacio que sobra desde los puntos suspensivos, y el alba. Con su bagaje de letra inmersa en el sueño dilatado y enredado al pie de página en blanco firmado beso en la misiva, siente caricia escrita en tinta y color del interior de la noche, que gime, suspira, exhala adjetivos e imperativos símiles de ruegos, hasta el punto y aparte del aliento exhausto. Y el gesto relatado cincunscribe dos nombres alejados mediante prepotente potencia de preposición. Los desmadeja y los une en la amalgama de lo escrito, otros, dos, susurrados a la piel de cada uno y el oído de la letra conmovida les reclama en su historia: uno más uno. Sinfín de re/queridos a la almohada que los sumerge siempre oníricos y punto seguido.)



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