lunes, 15 de noviembre de 2010

XLIII


Amanda y Teresa están sentadas en la escalera delante del Instituto. Amanda le cuenta a su amiga la conversación que mantuvo con Vampi en la que le confesó la muerte de su padre y su borrachera en el mismo bar donde estuvieron.


O sea, que es un "desconchado", dice Teresa, estirando una de sus botas y alisando sus vaqueros. ¿Un "desconchado"? Sí, tía, como las paredes, cuando se le afloja la pintura. Unos nos desconchamos antes y otros después, él se desconchó antes por lo de su viejo. Eso me recuerda al mío.


Siempre me llamó la atención que el asiento estuviese libre, hasta que el otro día le vi escondiendo algo en el bolsillo. Una caca de plástico, sí, una caca de plástico. Eso guardaba en el bolsillo y es lo que ponía en el asiento hasta que llegaba a mi parada.


Es que estoy realmente preocupada, no entiendo qué les está pasando. Mis padres eran normales, Amanda, tanto que resultaban un pestiño. Que no haga ni caso, ya, ni caso. Que sí, Teresa, no les hagas ni caso. Tu madre no se larga a tomar café con la amiga, pues tú te vienes a mi casa o sales a pasear o te reconcilias con Leo y al gordo que le den. Caray, Amanda, no te reconozco, ¿has querido decir que a mi padre, "al gordo", le den? Te extrañarás tú, que vas poniéndole motes a diestro y siniestro. También tienes razón. Eso, al gordo que le den y si se pota encima, que se limpie.


En todo caso un desconchado romántico, Teresa. Y canibal. Calla, no me hagas reír, tendrías que haberte oído cuando empezaste a salir con Leo. De esa cosa con patas no he podido decir nada tan ñoño. El rencor te produce amnesia, guapa. Bah, sigue.

Por lo de la servilleta, lo digo, la nota y las condiciones, que la leyera cuando me fuera a dormir. Ya, en vez de limpiarse el morro, te pone palabritas de soñador. ¡Teresa! ¿Y qué, te has inventado algo? No le irás a contar lo que sueñas de verdad.

¿Qué te parece si caminamos un poco? En estos escalones se me está quedando el culo helado. A mí también, la verdad.

No te he contado que mi hermano Raúl le lleva flores a su hermana. Ese niño ya apuntaba maneras desde que empezó a gatear. ¿Maneras de qué? De perdedor.

Teresa y Amanda se ríen a carcajadas.

Eres una exagerada, que sea romántico no significa que vaya a ser un perdedor. Amanda, tú no te has dado cuenta de que el mundo está hecho para los tipos duros, los que no tienen corazón. Y para las mujeres calculadoras, dice Amanda.

Y vuelven a reirse.

Lo que quieres decir es que nosotras también somos perdedoras. Lo serás tú, bonita, que te estás enamorando como una Cenicienta de tres al cuarto. Yo que ya he abandonado a Leocadio, empiezo a prepararme para ser mujer fatal o una fatal mujer, que el orden de los factores no altera el producto.

¿Leocadio, no se llamaba Leonardo? Que más quisiera él, ese sería un nombre hasta glamuroso, pero, cielo, desde que se lleva mal conmigo y se hace el duro, es Leocadio. Eres una payasa. Le dijo la sartén al cazo.

A ver, aléjate un poco. ¿Qué tengo? Ponte de perfil. Teresa, no me tomes el pelo, ¿qué tengo? Me parece que te han crecido las... No seas boba, que me van a crecer. Entonces todavía no te las ha tocado, jajajajajaja...

No me puedo creer que no sepas nada de Leo. Pues no te lo creas. Mientes, te habrá llamado varias veces y le habrás colgado, te conozco. Sólo le he colgado dos veces y no ha vuelto a llamar, no soy tan pécora como crees. Ni siquiera sé por qué os peleasteis. Yo tampoco me acuerdo muy bien.

Ambas ríen.

Creo que estábamos hablando de los nombres de los niños. ¿Cómo? Una tontería. Él decía que si tuviese un hijo varón le pondría Leonardo, como su padre y como su abuelo. Y yo le dije que no sería hijo mío. Él muy serio preguntó que si no me gustaba su nombre. Le dije que a él y a su padre y a su abuelo le quedaba bien ese nombre, pero que ningún hijo mío tendría un nombre que fuera una combinación de astrología y botánica. Tú estás loca, me dijo, cómo que una combinación de astrología y botánica. Pues, Leo es uno de los doce signos del zodíaco y Nardo, que yo sepa una flor de lo más cursi y folclórica. Se puso colorado y de pronto hasta se le pusieron saltones los ojos. Estás loca, sin duda. A mí no me llamas loca por nada, le dije, acaso no es suficiente con tres Leos Nardos en la familia. ¿Y si tuvieses una niña cómo la llamarías Nenúfar? O mejor aún, Loto, por si te da buena suerte y te toca la bono idem. Me miró con cara de reventar en cualquier momento y me dijo: "Teresa, vete a la mierda". Se dio media vuelta y me dejó plantada en la calle y encima se llevó las entradas del cine.

Amanda tiene un ataque de risa, no puede parar, le caen lágrimas.

Sí, tú riéte de mí, la llevas clara, con un caníbal que encima va armado con cacas de plástico. Llevará al menos alguna pistola de agua, por si la cosa se le pone difícil y a algún guarro o guarra le importa una mierda sentarse encima, ¿no?

Amanda se arrima a la pared y no puede parar de reírse.


La mujer rompe el silencio en la altura. Se calza los zapatos abandonados y pasea sonriendo. Enciende un cigarrillo, encendida ya la alegría del recuerdo, y escucha el golpe sigiloso de los tacones sobre las baldosas. Una, dos, tres, cuatro...
 

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